miércoles, 13 de diciembre de 2017

Parejas de hermanos: Los Taviani, los Coen, los Elkabetz

Parece que al cine le gustan las parejas de hermanos. De hecho, con una de ellos comenzó su andadura: con la formada por Auguste Marie y Louis Jean Lumière. Y parejas de hermanos aparecen de tanto en tanto haciendo cine al alimón; algunas además un cine espléndido. No son las únicas, pero este es el caso de las formadas por los Taviani, los Coen o los Elkabetz.


Vittorio y Paolo Taviani
Los Taviani, Vittorio y Paolo, son a la vez escritores, productores y directores de sus obras. Comenzaron a filmar, documentales primero y largometrajes después en los inicios
de los 60 y en la actualidad, ya octogenarios, siguen felizmente activos. Su primer largometraje, Un huomo da bruciare, (1962), desarrolla el tema de los conflictos obreros desde una perspectiva marxista. Desde esa misma óptica de cine militante, en la siguiente década realizarían dos películas más que alcanzaron notoriedad, San Michele aveva un gallo, (1972), a partir de un relato de Tolstoi que les sirve de pretexto para confrontar marxismo y anarquismo, y Allonsanfan, (1973), que, ambientada en las guerras napoleónicas, constituye una fábula sobre la derrota de la revolución.




El éxito internacional les llegaría de manera abrumadora en 1977 con Padre Padrone, palma de oro en el Festival de Cannes. Desde entonces sus películas han seguido con frecuencia cosechando premios (la notte di San Lorenzo, Premio del Jurado del Festival de Cannes de 1982; Kaos, David de Donatello de la Academia del Cine Italiano de 1985; Cesar deve morire, Oso de Oro del Festival de Berlín de 2012…

El suyo es un cine de honda preocupación social, enfocado desde la óptica de una izquierda, militante primero y desengañada de utopías después. Amantes de la literatura a menudo se apoyan en grandes autores pero nunca para ilustrar sus obras.  Con frecuencia han partido de sus historias, sí: de Pirandello a Tolstoi, de Bocaccio a Goethe o a Shakespeare, pero no para serles fieles, sino para reinventarlas a partir de sus propias obsesiones.

Con el cambio de siglo parecen optar por primar la vía de la televisión sobre el cine Resurreccione, Luisa Sanfelice…), pero sin abandonar del todo la gran pantalla, adonde vuelven en diferentes ocasiones: Cesar deve morire (2012), una suerte de documental sobre la experiencia teatral de montar la obra de Shakespeare en una cárcel y representada por presidiarios; Maraviglioso Bocaccio, (2015), vuelta al Decamerón desde una visión más serena y menos provocadora que la de Pasolini, con la que guarda un paralelismo inevitable y, más recientemente, Una questione privata (2017), sobre la obra de Beppe Fenoglio, una historia de celos ambientada en el enfrentamiento entre partisanos y fascistas en la Toscana de 1943 y 1944, temática sobre la que habían ya reflexionado en la Noche de San Lorenzo, (duro enfoque de la guerra a partir de un hecho trágico acaecido en el verano de 1944) y que vuelve ahora a ocuparlos y preocuparlos.  

Los Taviani, en fin, nos obsequian con un cine de profundidad conceptual y gran belleza visual que responde a su poética personal, la de un mundo propio, inteligente y rico que les revela como dos grandes de la cinematografía universal.


Por su parte los Coen, Ethan y Joel, directores independientes por antonomasia, son también autores de todas sus películas en el sentido más amplio: guionistas, directores, montadores... Se rodean además de un equipo habitual, tanto de técnicos como de actores que sin duda pertenecen a su particular círculo de amigos y conocidos, ya que los vemos repetir una y otra vez en sus producciones.



Ethan y Joel Coen
Sus historias, siempre bien contadas, son tramas complejas, frecuentemente cargadas de humor negro y con un punto de ternura a la vez que sorprenden al espectador. Están llenas de giros inesperados; piruetas narrativas de un humor travieso que ellos despliegan hábilmente por su singular universo visual. Un mundo propio en el que habitan personajes insólitos, estrambóticos, disparatados, pero siempre sorprendentes y casi siempre divertidos, incluso cuando son truculentos. Personajes, por otra parte, encarnados por actores que parecen nacidos justamente para representarlos, hasta tal punto resultan acertados.




Enamorados del cine de género se pasean por todos los estilos, enmarcando sus historias, como buenos cinéfilos, en uno o en varios clichés consagrados: la road movie: Arizona Baby, (1987); la comedia alocada: Arizona Baby,  (1987));  el cine de espías: Quemar después de leer, (Burn after Reading, 2008)); el western: Valor de ley, (True Grit, 2010); pero sobre todo el género negro, sin duda su preferido a juzgar tanto por lo mucho que lo frecuentan, como por el acierto con que lo hacen: Sangre fácil, (Blood Simple, 1984), Muerte entre las flores, (Miller’s Crossing,1990), El hombre que nunca estuvo allí, (The man who wasn’t there, 2001), Fargo,(1996), No es país para viejos, (No Country for Old Men, 2007)…. Y siempre logran resultados auténticamente nuevos.

Su refinamiento narrativo, que a veces bordea el preciosismo, como en  Muerte entre las flores, (1990), la originalidad de sus movimientos de cámara, la elegancia de los encuadres, el cuidado exquisito de la fotografía… todo ello confiere a sus obras una pátina de originalidad y buen hacer.

Y así, los hermanos Coen, creadores íntegros, con éxito de crítica y de público y contrastado reconocimiento profesional, no sólo se han labrado por sus propios méritos el título de renovadores del clásico americano, sino que con su personalísima mirada han logrado alcanzar un lugar estimable en la historia del cine.

Por último los Elkabetz, Ronit, ella y Shlomi, él, nos sorprendieron con una interesante trilogía sobre la emancipación femenina en Israel: To take e Wife, (2004), Shiva: los siete días, (2008), y Gett: el divorcio de Viviane Amsalem, (2014).

Como su aparición en nuestra cartelera es bastante reciente, seguramente no vendrán mal algunos datos biográficos. Hijos de judíos sefarditas procedentes de Marruecos, nacen ambos en Beerseba,(Israel), ella  en 1964 y él en 1972.

Shlomi, el menor, después de aprender arte dramático en Nueva York durante siete años, regresa a su país, donde hasta hoy viene desarrollando una exitosa carrera de actor, director y productor, salpicada ya de premios (Mostra de Venecia, 2004; Festival del Film de Hamburgo, 2004; FIPRESCI de Ankara, 2005; Festival International de Film de Jerusalem, 2008)
Ronit y Shlomi Elkabetz
Ronit, la mayor, había empezado su carrera como modelo para pasar enseguida a la interpretación. Comenzó en el cine de protagonista en una coproducción franco-israelí y a mediados de los 90 era ya bastante popular en su país. En 1997 participó en Milim dirigida por Amos Gitaï, y posteriormente, se mudó a Francia donde acabaría rodando con autores como André Techiné (La chica del tren, 2009), Fanny Ardant (Cendres et sang, 2009), o Brigitte Sy (Les mains libres, 2010. A caballo entre París y Tel Aviv, siguió trabajando también en su país, colaborando a menudo con jóvenes cineastas interesados en renovar el cine israelí con nuevos contenidos y enfoques.

Su experiencia en la dirección se circunscribe a la trilogía realizada con su hermano, con quien comparte también la tarea de guionista, aportando además su excelente interpretación. El resultado es tan prometedor que era lógico esperar nuevas creaciones de esta pareja, pero desgraciadamente un cáncer terminó con la vida de Ronit en abril de 2016.

La trilogía es una mirada de denuncia de la situación de la mujer israelí, atrapada en una sociedad llena de contradicciones y arcaísmos religiosos, donde subsisten anacrónicos rasgos patriarcales y cuya supervivencia hoy, en una cultura de tan fuerte desarrollo económico y tecnológico, nos sorprende y escandaliza mayormente.


Los hermanos confiesan que partieron de datos de su propio medio familiar; la pareja protagonista tiene las mismas profesiones que sus padres y su ambiente es el que corresponde a una comunidad conservadora como aquella en que ambos se criaron. To take a wife, (2004), nos describe la infeliz vida matrimonial de Viviane Amsalem, casada demasiado joven como para saber exactamente por qué; Shiva: 7 Days, (2007), nos cuenta como la muerte de un miembro de la unidad familiar, lleva a Viviane a pasar por la Shiva, los siete días de duelo prescritos por la tradición judía; y Gett: el divorcio de Viviane Amsalem,(2014), el humillante trato al que se ve sometida por el tribunal rabínico que, como marca la ley de su país, sentencia los casos de divorcio. La trilogía constituye una seria denuncia de la situación de la mujer en Israel. Filmada con sobriedad y verdad, impresiona cómo prescinde de todo lo que pueda distraer del relato y cómo consigue cautivarnos en su desnudez.


La prematura muerte de Ronit en 2016 ha truncado el fructífero quehacer de una pareja muy prometedora. Shlomi tendrá que continuar la tarea sin su hermana, pero seguro que seguirá dándonos estupendas sorpresas, porque a juzgar por lo visto hasta ahora su cine tiene mucho que decir.