domingo, 8 de marzo de 2020

Mitos con sabor hispano

Que sí, que la sociedad era muy machista, que la mujer estaba muy arrinconada, pero con ellas parece que no pudo; se impusieron con su gracia, su fuerza, su belleza, su personalidad, su genio o con todo esto y mucho más, rebasando fronteras. Hoy, casi olvidadas, recordemos a algunas de aquellas con las que compartimos raíces y que, de seguir vivas, ya hubieran superado el siglo.



Ese ramillete de mujeres cuyas vidas nos viene contando la copla desde los años treinta: Tani, Triniá, la Lirio, La Zarzamora, Rocío, Maricruz… nos llegaron tempranamente en las voces de estupendos artistas, en especial en la voz de Imperio Argentina, (1910-2003) una de las más grandes.


Con Gardel
Ya nos había cantado tangos, nada menos que con Gardel, que esta argentina de familia española había empezado de niña su brillante carrera en su tierra natal y era ya bien famosa cuando recaló en España en 1926. Aquí transcurriría el resto de su vida, con algunas escapadas en los años treinta, primero a Hollywood para rodar con Gardel un par de musicales y después a la Alemania de Hitler también para hacer dos películas: Carmen la de Triana y La canción de Aixa. Excelente cantante y bailarina, demostró enseguida sus dotes de actriz en unos musicales, que, coincidiendo con el apogeo de la copla, dejarían en el cine español un rosario de muestras de este género maravillosamente interpretadas por esta mujer, tan brillante, que demostró además ser una actriz magnífica. Con el cambio de gustos estéticos, su estrella se fue lentamente apagando en los cincuenta y sesenta para ser totalmente ignorada tras el cambio de régimen; al menos hasta el año 1987 en que el cineasta José Luis Borau la rescata para el cine en Tata mía, una estupenda película que vino a recordarnos que seguía viva y que era una actriz excepcional. Aunque escasas, hubo algunas reapariciones más, la última en 1992, en el contexto de la Expo de Sevilla, cuando de nuevo se subió a las tablas, ya octogenaria, para cantarnos en el espectáculo Azabache una de sus coplas imperecederas.



Veinte películas e infinidad de discos nos ha dejado como enriquecedor testimonio de su paso por la vida.

Concha Piquer (1906-1990)


Concha Piquer
Algo antes había nacido ya Concha Piquer y también en su voz nos llegaron los dramas de esas protagonistas de la canción andaluza, una moda nacida en los años veinte, (La Parrala, Yo soy esa, La Dolores, Lola Puñales, La niña de la Estación y tantas y tantas) y que indiscutiblemente reinara en las radios españolas desde casi sus inicios hasta bien avanzados los años 50.  Niña precoz, ya cantaba a los 8 años y con tan solo 11 debutó en un teatro de su tierra chica, Valencia. Seguiría actuando los años siguientes en algunos más, pero en 1922 está ya en Broadway y, con la Piquer interpretando una copla, se conserva un cortometraje From far Seville, datado en 1923. Se convertiría así en la primera filmación sonora de la historia, pero parece que la fecha es discutible y no ha sido suficientemente probada. Su aventura americana duró varios años, pero en 1930 ella y sus baúles, (que es fama su enorme equipaje donde nunca faltaba el aceite de oliva) estaban ya de vuelta en España. Después de la guerra conoce a Rafael de León quien, con Quintero y Quiroga, le compone un gran número de nuevas y bellísimas canciones.  



La Piquer, que hasta entonces venía interpretando también canción francesa y americana, se centra a partir de entonces exclusivamente en la copla, alcanzando un éxito arrollador por la maestría y perfección de sus interpretaciones. Realizó además un cierto número de películas, con Benito Perojo, Florián Rey, Luis Marquina, Luis César Amadori en la dirección… aunque su verdadera valía más que como actriz fue sin duda como cantante, reconocida sin discusión como una de las más grandes de la canción española. Se retiró de las tablas en 1958, aunque siguió grabando discos durante varios años más y su leyenda aún no se ha apagado del todo.

María Montez, (1912-1951)

Más escondida en los arcanos de nuestra memoria está sin duda María Móntez (1912-1951), que no fueron duraderos sus triunfos, así que seguramente pocos recuerdan ya a esta hermosa mujer que Hollywood nos mostrara como ejemplo de belleza exótica en aquellas peregrinas historias de lujo oriental en cartón piedra, que fascinaron a grandes y chicos en la postguerra. En ellas experimentó María su breve pero fulgurante, momento de esplendor.



María África Gracia Vidal, dominicana, hija de español, se educó en Santa Cruz de Tenerife. A mediados de los 30 su padre fue nombrado cónsul en Belfast y allí o quizá antes en Barahona (República Dominicana) donde nació, conocería María a su primer marido, el banquero William G. McFeeters, con quien estuvo casada durante siete años. Pronto se trasladaría a Nueva York, iniciando allí una carrera de modelo que le sirvió de trampolín para el cine. Y en el cine alcanzó una gran popularidad protagonizando exóticas historias entonces muy de moda. Hollywood la lanzó como Sherezade y la mantuvo interpretando personajes de ese porte en infinidad de films de ambientes orientalistas haciendo valer su título de reina del technicolor, como acabaron llamándola. Y aunque sus últimos trabajos fueran en blanco y negro, ella mantendría también allí su imagen de diva inalcanzable, con la misma fotogenia y la misma brillantez que lo hiciera antes en el más colorista y brillante technicolor.

Finalizada la segunda guerra mundial se trasladaría a Francia con su segundo marido, el actor francés Jean Pierre Aumont, su partenaire en alguna de sus películas. Y allí, en Suresnes, moriría, con sólo 39 años, de un ataque al corazón. Pero la década de los cuarenta difundiría su imagen de diva inalcanzable por todos los rincones a donde llegara el imperio de Hollywood.

María Félix, (1914-2002)

María Félix sigue en cambio más presente en el recuerdo, al menos en Méjico, su país natal, donde esta mujer de rompe y rasga fue el verdadero mito erótico de la época de oro del cine nacional. También conocida como María Bonita por la famosa canción que Agustín Lara, su segundo marido, le compusiera como regalo de bodas, lo fue todo en el cine mexicano, pero también se hizo notar fuera de él, que actuaría en películas españolas, francesas, italianas, argentinas…

Comenzó su carrera en 1942 con un drama romántico, dirigido por Miguel Zacarías y titulado El peñón de las ánimas, que protagonizó con Jorge Negrete, pero su primer título importante será Doña Bárbara, adaptación de una novela de Rómulo Gallegos que interpretó un año después. Bautizada desde entonces por su papel como la Doña, inició con esta historia la representación de una serie de personajes de mujer dura que contribuyeron a forjar su leyenda de vampiresa. Tres películas con Indio Fernández internacionalizan su imagen, y a fines de los cuarenta, contratada por el productor español de cine Cesáreo Gonzalez, comienza en Europa su carrera internacional con la realización de todo un rosario de films rodados en España, Italia y Argentina. Vuelve luego a México, pero muerto su tercer marido, Jorge Negrete, en 1953, se decidió a trabajar de nuevo en Europa, realizando entre otras, a las órdenes de Jean Renoir, French Can Can. En 1955, convertida ya en figura mítica del cine mundial regresa definitivamente a México donde se mantendría profesionalmente activa hasta 1970.                                              


Encarnó como nadie la imagen de mujer altiva y desdeñosa, rebelde al poder del hombre arrogante y dominador; un perfil de belleza inalcanzable y peligrosa, de gran éxito en los años de la postguerra cuando la imagen de vampiresa devoradora de hombres que tanto había gustado en los años veinte volvía a ejercer una enorme fascinación.



Algo más joven debía de ser Carmen Amaya, (1918?-1963) una gitana del desaparecido barrio barcelonés de Somorrostro, zona de barracas donde vivían los desheredados de la fortuna. No se sabe con certeza la fecha de su nacimiento, pero según su biografía, desde los cuatro años actuaba ya como La Capitana, acompañando a su padre, El Chino, que se ganaba la vida tocando en las tabernas. Parece que debutó en el Paralelo allá por el año 1924 y no mucho después en el teatro Palace de París. Allí la vería Benito Perojo, bailando con su tía y su prima y decidiría  incluirla en una secuencia de su película La Bodega (1929), donde no representa más de 11 años de edad. Sus primeras críticas son también de entonces, pero su auténtica consagración a escala nacional llegaría en 1935 cuando fue presentada con gran éxito en el teatro Coliseum de Madrid. Y también por entonces empieza a fijarse en ella el mundo del cine, con películas creadas en torno a su figura.


Escena de Los Tarantos (Rovira Beleta, 1963)
Los años de la Segunda República coinciden bastante con los de sus primeros éxitos, cuando comparte escenario con los más famosos artistas españoles del momento: Concha Piquer, Miguel de Molina, Angelillo, Pastora Imperio, La niña de los Peines… Meses antes de dejar España, en 1936, rueda María de la O (Francisco Elías) y, al estallar la guerra se encuentra actuando en Valladolid, con un contrato pendiente en Lisboa. Desde Lisboa embarca para América y en diciembre está ya bailando en Buenos Aires, con tan gran éxito que se le abren las puertas para Uruguay, Cuba, México y de allí, al Carnegie Hall de Nueva York. Luego, Paris, Londres… y, tras once años girando por el mundo, en 1947 vuelve a España a revalidar sus triunfos en casa. Vendrían después nuevas giras mundiales hasta 1963, cuando, ya enferma, rodara con Rovira Beleta Los Tarantos. Morirá ese mismo año, siendo aún muy joven. La noticia causó verdadera conmoción y los maestros León y Solano le compusieron una copla muy sentida que todavía resuena y que decía se murió Carmen Amaya y España entera lloró… 




Su baile, instintivo, genial, lleno de fuerza, revolucionó el flamenco; las películas que de ella quedan lo prueban. Artista inimitable, toda temperamento, alma y pasión dejó una huella imborrable.


Rita Hayworth  (1918-1987)
Margarita Cansinos, tan internacional, parece que quedara algo más lejos de ese perfil común. Y su fama, la fama de Rita, así como sus grandes éxitos resuenan aún a escala mundial. Estadounidense nacida en Nueva York, española por parte de padre y bailarina por sus cuatro costados: abuelo paterno bailarín, padre bailarín, madre bailarina… empieza su carrera en el Spanish Ballet de su progenitor, Eduardo Cansinos, con quien desde los 12 o 14 años de edad forma ya pareja de baile.

Con su padre en el Spanish Ballet
Una vez llegada a Hollywood le costará bastantes años vencer prejuicios y remontar ese reducto que la meca del cine imponía a los hispanos: un sector de películas en español para sus vecinos del sur al que ella se veía fatalmente restringida por nacimiento. Pero es tal su fuerza en pantalla que enseguida alguien comprende que no puede quedar solo como una exótica latina. Y la tiñen de pelirroja y la lanzan a seducir a todos, hispanos y no hispanos, con su genio, su belleza y su espléndida personalidad de gran actriz y gran bailarina. Y aborda el mito de Carmen (Los amores de Carmen –The Loves of Carmen-, Vidor, 1948) enfrentándose valiente a ese don José que la cree suya, y asume también otros estereotipos femeninos como la estupenda Doña Sol de Sangre y Arena (Blood and Sand, Mamoulian, 1941), toreando al torero; mujeres dispuestas a enfrentarse a los hombres y a lo que hiciera falta para fascinarnos a todos, hispanos, anglos, y mundo mundial, saltando prejuicios y localismos.



Margarita Cansinos, la extraordinaria Rita Hayworth, inolvidable actriz, inolvidable bailarina, inolvidable mujer, hermosa y genial, que encarnó ese mito erótico de vampiresa frágil que hoy no nos parece tan dócil ni sometida sino más bien valiente, rebelde, libre y dueña de sí misma. Y nos dio además tantas otras pruebas de su gran talento interpretativo cuando pudo salir de ese estereotipo que el exitazo de Gilda hacía tan difícil abandonar.

Imperio Argentina, Concha Piquer, María Montez, Carmen Amaya, María Félix, Rita Hayworth todas ellas nacidas hace un siglo o algo más, todas mujeres irrepetibles, admiradas y famosas. Todas de raíces hispanas, integrantes de esa koiné que es la lengua y la cultura nuestra. A su personalidad para seguir deslumbrándonos y al cine que guarda su arte les debemos el poder continuar recordándolas y admirándolas a contracorriente de las modas y del tiempo.

Que sí, que la sociedad era muy machista, pero no pudo con ellas, ni con tantas otras que supieron remontar escollos y seguir adelante imponiéndose con la fuerza de su personalidad y su talento.