Hay un tipo de cine de aventuras que bien merece reflexión
aparte, ese que cuenta historias que suceden en los mares, lances de marinos,
de cazadores de grandes cachalotes, de piratas y corsarios, y a veces también de
orgullosos funcionarios de almirantazgos o incluso de cualquier otro espécimen
de lobo de mar.
Gregory Peck y Ann Blyth en El mundo en sus manos (The World in His Arms,Walsh, 1952) |
Anthony Quinn y Ann Blyth en El mundo en sus manos (Walsh, 1952) |
Escena de El mundo en sus manos
Aventuras
de cazadores de focas como ésta, de pescadores de piezas desmesuradas como El viejo y el mar (The Old Man and the Sea, Sturges, King y Zinnemann, 1958) o de alucinados perseguidores
de ballenas como Moby Dick (Huston,
1956) son trasuntos literarios que el cine nos ha recreado con fortuna.
El viejo y el mar, basado en la novela homónima del
famoso Premio Nobel Ernest Hemingway, nos cuenta la historia de un anciano pescador
en mala racha, que un día verá cambiar su suerte, al picar en su anzuelo un
hermoso ejemplar de pez. Con Spencer Tracy en el papel protagonista, la película
consiguió el Oscar en 1958.
Escena de Moby Dick
Escena de Moby Dick
Por
su parte Moby Dick, adaptación de la
novela del mismo título de Herman Melville, es una estupenda película de John Huston,
centrada en recrear en imágenes la obsesión del trastornado capitán Ahab por
dar caza a la ballena blanca que años atrás le arrancara una pierna. De nuevo
Gregory Peck dando vida brillantemente al alucinado protagonista. Y como
complemento de la película, John Huston, en sus memorias, nos revela sabrosas
anécdotas de su rodaje en las Navidades de 1954 en la preciosa playa de las
Canteras allá en Gran Canaria así como de las tomas reales de caza de
cachalotes que se hicieron en aguas de Canarias y Madeira.
Y
muy cerca de estos lobos de mar quedan los numerosos relatos de piratas, tan de
moda en aquellos mismos años cincuenta y de nuevo hoy en el candelero gracias a
títulos como los de la saga de estos Piratas del Caribe que vuelven incansables con el cambio de siglo. Ya el cine mudo abordó
esta temática (El pirata negro, 1926),
pero seguramente fueron los años cincuenta los de apogeo del género con títulos
como La mujer pirata (Tourneur, 1951),
con una intrépida Jane Peters pilotando sabiamente el Reina de Saba y mandando con firmeza sobre una tripulación de rudos
marineros;
El hidalgo de los
mares (Captain Horatio Hornblower Walsh, 1951),
donde encontramos otra vez a Gregory Peck cruzando ahora los océanos como
capitán de navío de la armada británica; La
isla de los corsarios (Against All Flags, Sherman y Sirk, 1952) que nos cuenta los amores entre Errol Flinn, al servicio de
su majestad británica, y Maureen O’Hara, aquí llamada Spitfire, única mujer
pirata en la comuna de facinerosos donde el audaz corsario se ha infiltrado
para cumplir delicada misión; El temible burlón (The Crimson Pirate, 1952), en que Burt
Lancaster, encarnando a un peligroso pirata, capturaba un galeón español en
aguas del Caribe; Su majestad de los
mares del Sur (, 1954), donde de nuevo Burt Lancaster, naúfrago ahora
en una isla, se hace allí con su absoluto dominio; Los contrabandistas de MoonFleet, (Fritz Lang, 1955), un canto a la
amistad, cuyo protagonista iba a ser Marlon Brando pero acabó siendo Stewart
Granger; o el Peter Pan (1953) de la
factoría Disney, con su tenaz perseguidor el capitán Garfio, por siempre
inolvidable. Pero es que aquel brillante tecnicolor dotaba a las historias de
toda la magia del mundo. Y actores como Errol Flynn, Gregory Peck o Burt
Lancaster daban vida de manera irreprochable a aquellos aguerridos personajes,
mientras que en la dirección estaban cineastas de la talla de Jacques Tourneur,
Raoul Walsh, Robert Siodmak o Fritz Lang para contarnos sus arriesgados hechos con
todo su talento y buen hacer. Y de los soberbios dibujos animados de Peter Pan
sobra todo comentario, que ellos hablan por sí mismos.
A veces, además de la calidad, son sus tramas las que resultan inagotables, como sucede con la estupenda narración de Stevenson, La isla del Tesoro, adaptada una y otra vez (1934, 1950, 1972, 1973, 1990, 1996, 2002, 2012) sin que se agote el deseo de volver a vivirla. Por su parte la saga de Piratas del Caribe, que ha puesto de nuevo en actualidad las películas de este género, está inspirada en la atracción del mismo nombre del Parque Temático de Walt Disney y cuenta hasta ahora con cinco episodios de una serie, de resultados desiguales pero exitosos en general, lo que hace esperar nuevas y emocionantes entregas.
Escena de Rebelión a bordo (L. Milestone y C, Reed, 1962) |
Este
dramático acontecimiento, que se adscribe tal vez mejor al cine histórico, figura
aquí porque sin duda constituye una estupenda historia de sucedidos en los
mares cuyo contenido aventurero nos parece difícilmente discutible y recio
también el temple de sus protagonistas.