jueves, 27 de enero de 2022

Hemingway y el cine

Hemingway, Fitzgerald, Dos Passos... constituyen un grupo de escritores estadounidenses que Gertrud Stein bautizó como generación perdida. Con verdadero acierto, ya que formaban parte de la promoción de jóvenes que la estúpida guerra del año 14 sacrificó. Una guerra por lo demás europea en la que vinieron a morir tantos soldados americanos.

   

Ernest Hemingway

Ellos también participaron en la contienda, o lo intentaron, que Fitzgerald no pasó del campo de entrenamiento. Pero Hemingway y Dos Passos estuvieron en el frente y de sus vivencias de entonces dejaron constancia en memorias, novelas y cuentos. Gerturd Stein en realidad sólo se refería a los supervivientes, en alusión al desconcierto y desorientación que en la inmediata postguerra demostraron. Y más concretamente pretendía señalar al grupo de escritores estadounidenses que vivieron en París en su inmediata postguerra y principalmente a Hemingway y a Fitzgerald, aludiendo a su estilo de vida y a su visión del mundo según lo reflejaron entonces en sus escritos, comportándose, al igual que la propia Gertrud, como expatriados. Especialmente Hemingway que seguiría toda su vida vagando por el mundo, aunque volviendo cíclicamente a sus raíces. Pero fue el propio Hemingway, al utilizarlo en 1926 en el epígrafe de su novela Fiesta, quien popularizó el término que tan bien parece retratarlos, tanto a él como al Fitzgerald de los años veinte.

De la proyección que el propio Fitzgerald y sus novelas tuvieron en la pantalla, así como de su faceta de guionista de Hollywood, nos ocupamos anteriormente en este blog, en el apartado Scott Fitzgerald  y su gran Gatsby Ahora el foco de atención será Hemingway y la forma en que el cine se ha venido interesando tanto por sus obras como por su persona. 

A diferencia de Fitzgerald, Hemingway no llegó a escribir guiones para el cine, con excepción del utilizado en Tierra de España (Joris Ivens, 1937), documental realizado durante nuestra guerra civil en ayuda de la República Española, en el que intervino en comandita con otros escritores como Dos Passos y Lillian Hellman entre otros. Su vinculación con el cine procede de las muchas filmaciones que autorizó de sus narraciones.

Adios a las armas (A farewell to arms, Franz Borzage, 1932) 

La primera de sus historias llevada al cine y con gran éxito fue la novela Adiós a las armas (A Farewell to Arms), que recogía sus primeras vivencias de guerra. La realizó, bajo el mismo título, Franz Borzage en 1932. Se trata de un conmovedor drama romántico sobre los amores de un soldado americano (un joven Gary Cooper, todo un icono ya entonces) y una enfermera inglesa en el Milán de la Gran Guerra. La novela se volvería a llevar al cine en otras dos ocasiones, en 1951, por Michael Curtiz y en 1957 por King Vidor, en ambos casos con alto grado de aceptación.

Menos suerte tuvo Por quién doblan las campanas (For Whom the Bell Tolls, Sam Wood, 1943) sobre su experiencia en la guerra española, que, a pesar de contar con dos grandes estrellas como Gary Cooper e Ingrid Bergman encabezando el reparto, resultó una historieta de cartón piedra nada convincente en su penosa y tópica ambientación de aquella España en guerra.

Tener y no tener (To Have and Have Not, Howard Hawks, 1944)

En cambio completamente rompedora resultó la primera versión de su relato Tener y no tener (To Have and Have Not, Howard Hawks, 1944), una entretenida historia de seducción entre un tipo duro (Bogart) y una joven misteriosa (Bacall), en un marco de aventura y peligro, desarrollada sobre la base de un guion rebosante de ingeniosos diálogos, cargados de doble sentido, y con una puesta en escena brillante en la línea de Casablanca, estrenada poco antes con gran fortuna. Este mismo relato de Hemingway, que para nada figura entre los mejores, daría lugar a otros dos buenos ejemplos de cine negro, The Breaking Point (Michael Curtiz, 1950) y Balas de contrabando (The Good Runners, Don Siegel, 1958).

Tener y no tener (To Have and Have Not, Howard Hawks, 1944)

De su cuento The Killers se hicieron también dos versiones, una primera fascinante, Forajidos (The Killers, Siodmak, 1946), verdadera joya del cine negro y, bastante después, otra también excelente, Código del hampa (The Killers, Siegel, 1964).

Escena de Forajidos

En la primera ese tándem formado por Burt Lancaster, en su debut, y Ava Gardner, en el esplendor de su belleza, no puede funcionar mejor, arropados además por una estética expresionista con fuertes contrastes de luces y sombras que subrayan lo tenebroso e inquietante de la trama.

Forajidos (The Killers, Siodmak, 1946)

En la segunda, donde Lee Marvin compone uno de sus estupendos malos malísimos, el resultado fue muy celebrado, hasta el punto de que, aunque Donald Siegel la había rodado para televisión, funcionó tan bien en la pantalla grande que acabaría convirtiéndose en todo un clásico del cine negro. 

       
Código del hampa (The Killers, Siegel, 1964)

Alexander Korda adapta otro de sus relatos, The Macomber Affaire, bajo el título Pasión en la selva (1947), que abre todo un género de aventuras africanas, senda por la que discurrirían en la década siguiente Mogambo, La reina de África, Las minas del rey Salomón… un filón que sigue dando frutos, algunos tan brillantes como fueron aquellas Memorias de África que nos contara Sidney Pollack, en 1985.

Las nieves del Kilimanjaro

En 1950 Negulesco realiza Venganza del destino (Under my Skin), basado en otro de sus relatos, My Old Man. Y en 1952, sobre una de sus novelas más famosas y con África de nuevo como telón de fondo, Henry King estrena Las nieves del Kilimanjaro (The Snows of Kilimanjaro), donde el protagonista, herido en una cacería y perdido en medio del continente africano, recuerda sus anteriores viajes por Francia y España, rememorando su pasado de fracasos y lamentando su difícil presente. Un personaje cosmopolita que responde fielmente al perfil de la generación perdida.

 Las nieves del Kilimanjaro (The Snows of Kilimanjaro, Henry King, 1952)

Ese retrato generacional de americanos vagando sin rumbo por el mundo en pos de emociones fuertes que den sentido a su vida, como si todo estuviera a punto de estallar, se hace aún más nítido en Fiesta (Henry King, 1957). Contó la película con un plantel de estrellas famosísimas y reflejaba justo ese ambiente de postguerra y ese estado de ánimo que era el del propio Hemingway.

En El viejo y el mar, quizá su obra más leída, se tocan otros tipos de temas: la lucha por la vida, la soledad, la amistad, la lealtad… un montón de emociones y valores condensadas por Hemingway en un relato corto, que en cine cristalizó en una exitosa película de Preston Sturgess. La película supuso para Dimitri Tiomkin el Oscar de Hollywood por su música y una nominación como mejor actor para Spencer Tracy por su interpretación. Existe una segunda versión, también interesante, realizada para televisión por Jud Taylor en 1990, con un talentoso Anthony Quinn como el viejo pescador.

 El viejo y el mar (The Oldman and the Sea, Preston Sturgess, 1958)

Desde fines del siglo veinte ha sido su persona más que su obra la que ha concitado mayor interés por parte del cine, dando lugar a diferentes series y películas sobre su vida en general o sobre diferentes aspectos de ella. Contamos en primer lugar con dos biografías realizadas en 1988: una miniserie para televisión de Bernhard Sinkel, Hemingway,  y una película de José María Sánchez, Hemingway, fiesta y muerte. Casi  una década después, en 1996, Richard Attenborough nos cuenta su romance con aquella enfermera inglesa que Hemingway noveló en Adios a las Armas, en una película algo almibarada que tituló En el  amor y en la guerra.  En 1998 Sergio Dow realiza Hemingway, The Hunter of Death, un episodio poco conocido de la vida del famoso escritor, ambientado en Kenia, donde sucedió, y con Albert Finney como protagonista. Y por último, en 2003 aparece una nueva miniserie de televisión Hemingway Vs Callahan, esta vez sobre cierto suceso puntual en su biografía, anécdota referente a un combate de boxeo celebrado entre ellos, Hemingway y Callahan, viejos amigos, en un reencuentro acaecido en aquella Francia de postguerra, donde tantos escritores americanos coincidieron entonces.

Y vendrán más, porque tanto sus historias como su vida aventurera sin duda pueden dar mucho juego en este medio.

lunes, 10 de enero de 2022

La mafia vista por el cine y la televisión italianas

 

Como el cine de Hollywood nos ha dado tantos ejemplos extraordinarios en el tema  del crimen organizado (El Padrino, Érase una vez América, Los Intocables de Elliot Ness …) y, aunque a menudo la procedencia italiana de muchos de los delincuentes que nos retrataba y sus vinculaciones con el país de origen se remarcaban, nos hemos ocupado poco de los ejemplos que el propio cine italiano ha realizado sobre este fenómeno en Italia, a pesar de contar con extraordinarias películas y series donde el asunto se aborda con brillantez y profundidad.


El capo de Corleone (Il capo dei capi,Alexis Cahill y Enzo Monteleone, 2007)

Basta enunciar algunas de las estrenadas en lo que va de siglo, películas o series o ambas cosas, excelentes todas, y todas girando en torno a la Cosa Nostra que abarca no sólo a la Mafia Siciliana, sino también a organizaciones semejantes que operan en las regiones de Calabria y Apulia y en ciudades como Nápoles o Roma. Nos referimos a títulos tan señalados como Los cien pasos (i Cento passi, Marco Tullio Giordana, 2001); Gomorra (Matteo Garrone, 2008); Romance Criminal (Romanzo criminale, Michele Placido, 2005 - serie); La mafia solo mata en verano, (La mafia uccide solo d’estate, Pierfrancesco Diliberto, 2013 - serie); Los despiadados (Lo spiatato, Renato De Maria, 2019); El traidor (Il traditore, Marco Belocchio, 2019); Pirañas: los niños de la Camorra (La paranza dei bambini, Claudio Giovannesi, 2019 - serie) o El alcalde de Rione Sanitá (Il sindaco del Rione Sanità, Mario Martone, 2019).

Y asimismo interesa destacar otras tres producciones italianas para televisión que bien merecen un detenido comentario: El pulpo (La piovra, 1984-2001), El capo de Corleone (Il capo dei capi, 2007), y El último padrino (L’ultimo padrino, 2008).

El pulpo (La piovra, Damiano Damiani...y otros, 1984-2001)

El pulpo fue una serie estremecedora sobre la mafia que inició su andadura en 1984 con una primera temporada realizada por Damiano Damiani. Resultó tan exitosa que enseguida tuvo continuación hasta completar otras cinco entregas; en total seis temporadas (1984-2001), dirigidas por diferentes pero siempre talentosos cineastas e interpretadas en su papel protagonista por Michele Placido, encarnando, en sus cuatro primeras entregas, al policía  jefe encargado de la investigación. Narra la lucha de un honesto y valiente comisario, Corrado Cattani, contra aquella peligrosa organización criminal, lucha en la que éste va perdiéndolo todo, familia, amigos y hasta su propia vida. Comienza cuando el comisario es destinado a Sicilia para asumir la investigación del asesinato del que fuera anterior jefe de la brigada policial. Tirando del hilo se irá desvelando un complejo entramado que incluye a empresarios, políticos, abogados y policías, una red cada vez más espesa, cada vez más  peligrosa. Por otra parte, lo que empieza siendo una historia local, donde todo sucede en la isla, acabará dando un salto a la península e introduciéndose en las finanzas del norte de Italia y en sus altas empresas que comercian con sofisticados productos como el uranio. Muerto Corrado Cattani a manos de la Mafia, Silvia Conti, juez y estrecha colaboradora del comisario, jura no descansar hasta encontrar a los culpables.

Chantajes, muertes, odio, corrupción… amalgamado hábilmente con una historia sentimental y contado todo sin concesiones, con crudeza y realismo, arropada además la historia, desde la segunda entrega, con la extraordinaria música de Ennio Morricone, da como resultado una obra brillante que logró contactar vivamente con el espectador, no sólo nacional sino internacional. Muy exitosa fue en Alemania y desde luego en otros lugares de Europa, como España adonde llegó en 1989. En Italia se siguió con tal interés que incluso acabó por levantar protestas de determinados políticos que, recelosos de su alcance, pretendieron en diferentes ocasiones acabar con ella, consiguiendo al fin descafeinarla, o lo que es lo mismo, que en su última entrega dejara de tratarse de manera clara y señalada la vinculación de la mafia con la política y la alta empresa.  

El capo de Corleone (I capi dei capi) no es ficción, o mejor dicho es ficción basada en hechos reales. Se trata de una miniserie de 2007 sobre la vida de Toto Riina, muerto en prisión en 2017 tras una tremenda carrera criminal que aterrorizó a Italia durante un cuarto de siglo y que llevaría a este individuo definitivamente a la cárcel en el año 1993. Desde allí seguramente seguía moviendo los hilos de la mafia, pero allí quedaría largos años y ya no lograría volver a salir vivo del encierro.


El capo de Corleone (Il capo dei capi,Alexis Cahill y Enzo Monteleone, 2007)

La obra, estructurada en seis episodios, nos cuenta la vida de este sujeto, también conocido por sus caracteres físicos o morales como “El Corto” o “la Bestia”, desde su infancia a su detención cuarenta años después de iniciar su carrera criminal. Nos lo muestra por primera vez en su pueblo de Corleone a la edad de 13 años, siendo testigo de un terrible suceso familiar: la muerte de su hermano, aún niño, y de su padre al estallarles una bomba que el adulto pretendía desactivar. Enseguida comienza su carrera en la delincuencia a la sombra de los capos del lugar, ascendiendo escalones gracias en gran parte a su determinación y a su crueldad, que nada era obstáculo ni freno a su violencia. Tres décadas esquivando a la justicia sin siquiera salir de la isla, protegido por políticos, jueces y hasta cargos policiales a sueldo de la mafia, hasta que su desafío al Estado resulta tan notorio que acaba perdiendo la partida.

La serie, bien contada, está a la altura de las mejores películas de mafiosos, con la ventaja por su parte de no recurrir a darle ningún brillo especial al protagonista, exento del glamour hollywoodiense, de manera que nunca perdemos la sensación de estar asistiendo a las crueldades de un asesino de carne y hueso. Aun así, el guion recurre al artificio de oponerle una contrafigura ficticia, un supuesto amigo de infancia convertido en policía que funciona como pretexto para seguir sus crímenes y no perder la imagen de la ley tratando de atraparle. En los últimos episodios, los relativos a la incorporación a la lucha del juez Falcone y el comisario Borsellino, y al asesinato de ambos ordenado por Toto Riina, la serie acentúa su carga de realismo y veracidad hasta presentar tintes casi de documental.

L’ultimo padrino, (2008) miniserie de dos episodios sobre la posterior detención de Bernardo Provenzano, sucesor de Riina en el cargo de capo dei capi, complementa de algún modo la historia anterior.

 L'ultimo padrino (Marco Risi, 2008)

Bernardo Provenzano, llamado entre sus socios Zu Binú (el tío Binú), U tratturi (el tractor), y conocido también como el fantasma de Corleone, era igualmente personaje escurridizo. Compañero de correrías de Riina desde los primeros tiempos y buscado por la policía desde 1963, logró vivir en paradero desconocido durante 43 años. Su nombre viene asociado al de Riina en múltiples procesos y parece que desde que éste se hizo con la jefatura de la Organización él ostentaba el segundo puesto, aunque según algunos compartían mando, llevando Riina lo militar y Provenzano lo político. Fuera como fuera, tanto uno como otro dejarían un reguero de sangre tras sus pasos. Inmensamente rico, su familia vivía con simplicidad y sin ostentación, procurando pasar desapercibida, tal como convenía a Provenzano, convencido, al menos en los últimos años, de que no había que volver a presentar batalla al Estado, sino actuar en la sombra, blanqueando el botín en negocios legales e infiltrándose de tal modo en ellos que fuera imposible despejar la procedencia de las inversiones.

La serie, dirigida por Marco Risi y protagonizada por Michele Placido, esta vez en la piel del jefe mafioso, se centra en los últimos años del delincuente, cuando ya septuagenario y con una grave enfermedad, todavía consigue zafarse de la policía. Nos cuenta su operación en el extranjero y las esforzadas actividades del equipo policial ocupado en darle caza, cosa que finalmente consiguen tras algún intento fallido. La narración termina cuando el individuo es por fin atrapado y conducido a prisión. Tal vez quisieron parar ahí, en el triunfo de la justicia para dejarnos un buen sabor de boca, porque sí, Provenzano, fue arrestado por estos esforzados policías en 2006 y finalmente encarcelado. Pero también sucedió que en 2011 sus abogados lograron reducir su situación al arresto domiciliario. Y Provenzano acabaría muriendo en un hospital de Milan en 2016 de una infección pulmonar. Éstas y algunas otras cosas poco edificantes no se nos cuentan seguramente para no deslucir en esta ocasión el triunfo de los buenos contra los malos, cosa que la realidad con tanta frecuencia amortigua o ensucia. En cualquier caso el balance del relato es siempre positivo ya que se trata de una narración bien construida, interpretada y bien contada, de manera que logra mantener hasta el final sin que decaiga en ningún momento el interés del espectador.