martes, 20 de marzo de 2018

Truman Capote y Harper Lee, dos amigos de la infancia


Truman Capote y Nelle Harper Lee compartieron infancia en Monroeville, un pueblo de Alabama, donde Nelle residía y Truman pasaba largas temporadas. Él procedía de Nueva Orleans y su apellido Capote corresponde al segundo marido de la madre, un empresario canario que le adoptó. Se crió como su amiga en esa atmósfera de sur profundo de los años treinta, años de depresión económica y segregación racial

Él, un niño poco común, estrafalario y caprichoso; ella, una niña peculiar. Demasiado suave él, demasiado ruda ella, ambos amantes del misterio, de los libros y la lectura, ambos con una precoz vocación literaria. Esto lo sabemos porque Nelle Harper Lee nos lo cuenta en su novela Matar a un ruiseñor, una narración cargada de connotaciones autobiográficas.


Pronto emigrarían los dos a Nueva York, donde continuarían siendo amigos unas cuantas décadas más. Él, niño precoz, se reveló como escritor importante a los 24 años con Otras voces y otros ámbitos (1948), donde nos deja un retrato de su amiga Nelle. Siguieron nuevos éxitos como Color local (1950), El arpa de hierba (1951), Casa de flores (1954), y sobre todo Desayuno en Tiffany’s (1958), antes de que tomara la decisión de abordar la novela que se iba a convertir en su mayor éxito, A sangre fría, crónica novelada de un suceso real: el asesinato, sin móvil aparente, de una familia en un pueblecito de Kansas.

Esa década de éxitos literarios le ha conquistado un lugar privilegiado entre la alta sociedad neoyorquina, donde se mueve a su capricho y todo se le tolera. Extremadamente ingenioso y divertido, se le rifan en sociedad y él se sabe mimado y famoso. Es muy competitivo pero no tiene rival, así que disfruta paladeando sus éxitos sin sombras a la vista.
Truman Capote y Nelle Harper Lee
Estamos en 1959. Nelle acababa de entregar a una editorial el manuscrito de su primera novela cuando su amigo Truman le propone viajar juntos a Kansas, porque The New Yorker le financia la elaboraciòn de una crónica del atroz suceso recientemente ocurrido allí y que había conmovido a la sociedad estadounidense. Para ello tiene que desplazarse al lugar del crimen y recopilar datos de primera mano, manejar documentos del caso, hablar con los testigos, con los policías que arrestaron a los asesinos, incluso con los propios asesinos. No quiere hacer solo ese viaje y a su amiga Nelle le encanta la idea de unirse al plan; revisan juntos la documentación conseguida, le tutela en las visitas que efectúan en el pueblo y elimina las resistencias que sin duda sentían los del lugar frente a un individuo de aspecto tan inusual y provocador, hasta el punto de que probablemente sin ella no hubiera logrado ser atendido. Todo en su figura excéntrica, su forma de hablar, de vestir, de moverse, de comportarse, en suma, estaba declarando a gritos su homosexualidad en una sociedad extremadamente homófoba y convencional, así que la presencia de su amiga en esos primeros contactos tuvo que ser para él, más que positiva, determinante. 

El trasunto de este viaje, así como todo el proceso que sufrió la novela y la vida de Capote hasta el momento en que los asesinos de la familia fueron ejecutados y el relato publicado, está narrado en dos espléndidas películas que tuvieron la desgracia de aparecer casi simultáneamente, la magnífica Capote (2005), dirigida por Bennett Miller con el muy llorado Philip Seymour Hoffman, como protagonista, que recibió un merecidísimo Oscar por su interpretación; e Infamous (Historia de un crimen, 2006) de Douglas McGrath, que constituye también un trabajo muy notable.

Volviendo a aquello años, la novela de Harper Lee se publica en 1960; es a continuación premiada con el Pullitzer, (1961), y enseguida llevada al cine, con el mismo título: To Kill a Mockingbird (Matar a un ruiseñor, 1962), bajo la dirección de Robert Mulligan. Se trata de un relato autobiográfico donde la autora evoca el mundo de su infancia y traza paralelamente una denuncia del racismo. Una obra digna de ser leída que se acabó convirtiendo en manual de ciudadanía para las siguientes generaciones escolares de su país, aunque censurada hasta 2013 en el estado de Virginia, y bloqueada infinidad de veces en otros estados de la Unión, lo que en definitiva viene a abundar en su condición de obra de denuncia.

Gregory Peck como Atticus Finch en Matar a un ruiseñor, 1962
Por su parte el film, soberbia adaptación de la novela, lleno de matices, sensible sin caer en la sensiblería, delicado en su observación de la infancia y honesto retrato de esa sociedad injusta que describe, se convirtió enseguida en película de culto, y Gregory Peck, su protagonista, ya no podría nunca desligarse de ese personaje, Atticus Finch, que él nos hace inolvidable, y que para muchos constituye el mejor de una carrera tan llena de aciertos como fue la suya (Duelo al sol, El proceso Paradine, El mundo en sus manos, Vacaciones en Roma, Horizontes de grandeza… y tantas y tantas más).
Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes, 1961
Mientras Nelle Harper Lee recogía su Pullitzer, se estrenaba la versión para el cine de la novela de Truman Capote Breakfast at Tifany’s, (Desayuno con diamantes, 1961), dirigida por Blake Edwards, con música de Mancini, (que alcanzó aquí con Moon River el Oscar a la mejor canción), y una también premiada Audrey Hepburn, cuya imagen en esta película  el tiempo convertiría en verdadero icono mundial. El escritor estaba en la cumbre del éxito, pero sufría con la construcción de esa novela de la que había dado algunas entregas a la prensa, y que nunca ultimaba. El final se demoraba en tanto no fueran ejecutados los asesinos, hecho que además debía desgarrarle en deseos contrapuestos, dada la implicación afectiva que llegó a sentir por uno de los criminales. El caso es que pasaron siete años antes de poder cerrar ese capítulo. Años que debió de vivir como de sequía creativa y que venían a coincidir con la cosecha de éxitos de su amiga.

La amistad entre ambos se resintió. ¿Quizá Truman no valoró en su medida la aportación de Nelle al viaje en común? ¿Tal vez él, que siempre se confesó muy competitivo, sintió celos del éxito enorme de Nelle, de ese Pullitzer que él nunca alcanzó, de esa película tan premiada (tres 0scars, tres Globos de oro, el David de Donatello...) sobre la novela de su amiga? El hecho es que tras ese viaje acabarían distanciándose y en la fiesta de celebración que Truman organizó cuando por fín pudo publicar A sangre fría, con doble dedicatoria a su pareja y a su amiga, Harper Lee brilló por su ausencia.

La novela de Capote tuvo también su adaptación cinematográfica, un trabajo sólido y bien construido que con el mismo título, A sangre fría, realizó Richard Brooks en 1967. Rodada en blanco y negro, en los escenarios naturales donde transcurrieron los hechos, la historia, constituye una interesante reflexión sobre la pena de muerte.

Tras la experiencia vivida en la gestación de esa novela, Truman Capote no volvería a ser el mismo. Seguiría escribiendo, viajando y desarrollando una intensa vida social, pero con un trasfondo mucho más amargo. Moriría en 1989, a los 64 años de edad, después de pasar por sucesivas clínicas de reposo y diferentes episodios de desintoxicación del alcohol y otras drogas.

Nelle Harper Lee reaccionó a su éxito literario de manera diametralmente opuesta al modo en que lo hacía su amigo; se mostraría siempre refractaria al éxito, huyendo de la fama y refugiándose en su casa de Alabama donde viviría con su padre y con su hermano, rehuyendo a la prensa y sin cambiar de residencia hasta su reciente muerte en 2016. Sólo publicó otra novela más que no ha alcanzado mayor repercusión.


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