Por
razones obvias hay pocos ejemplos de películas en verso; en España sabemos de
cuatro: dos adaptaciones del teatro de Lope: La dama boba (2005) y El perro del
hortelano (1996). Y otras dos de dramaturgos mucho más cercanos en el tiempo,
La venganza de don Mendo (1961) de Muñoz Seca, y Angelina o el honor de un
brigadier (1935) de Jardiel Poncela.
Son casos bastante insólitos porque no es
fácil atreverse con el verso en el cine, ni siquiera tomado a broma como lo hicieron
Pedro Muñoz Seca o Enrique Jardiel Poncela. Pero por lo mismo y por la gracia
de sus resultados puede merecer la pena comentarlos.
La primera en el tiempo, Angelina o el honor de un brigadier (1935), constituye un
interesante documento de la cinematografía española menos conocida, la de los años
de la República. Rodada en Estados Unidos, dirigida por Louis King y Miguel de
Zárraga e interpretada por Rosita Díaz, es una pequeña joya que hicieron posible
aquellos viajes a Hollywood de ese quinteto de humoristas españoles de
vanguardia próximos al surrealismo, (Neville, Tono, Miura, López Rubio y
JardieI), que pasaron a la historia como la otra generación del 27. Se trata de
una comedia de Enrique Jardiel Poncela, estrenada el año anterior en el entonces
Teatro María Isabel, (antes y después Infanta Isabel) y adaptada al cine por el
propio Jardiel en su segundo viaje a Hollywood.
La aventura americana de Jardiel Poncela tiene
lugar entre los años 1933 y 1935. Jardiel recaló primero en 1933 en Hollywood,
contratado por la Fox para ocuparse de los diálogos y guiones de las versiones
en español, ya que entonces no había doblaje. Y ello gracias a las gestiones de
su amigo López Rubio, a quien a su vez había introducido Edgard Neville, que
fue el primero en abrir brecha en aquella ya mítica meca del cine. Allí se hizo
amigo de Chaplin y otras estrellas del momento; trabajó, se divirtió y volvió
de nuevo por segunda vez para ocuparse prácticamente por completo de la
adaptación de Angelina o el honor de un
brigadier. Responsable en teoría del guión, en realidad según confiesa
consiguió que le dejaran ocuparse de todo lo demás: montaje, supervisión musical,
vestuario, decorados… Tal vez por eso la película resultó tan lograda, si
atendemos a su criterio de que sólo controlando uno personalmente todo se puede
realizar una buena película. Y desde luego ésta figura entre las mejores del
cine español de entonces.
Angelina o el honor de un brigadier parodia con gracia los dramas de
honor decimonónicos. Está, como todas las comedias de Jardiel, cargada de
personajes inverosímiles y situaciones disparatas de extrema comicidad, y, vista
hoy, sigue siendo una delicia.
La segunda,
La venganza de don Mendo, un juguete cómico estrenado en el Teatro de la Comedia de Madrid
el 20 de diciembre de 1918. Hace pues 100 añitos. Y ahí sigue haciendo reír si
uno se acerca a ella. Se trata de una parodia del teatro entonces de moda en
España, el de tragedias históricas en verso que miraban solemnes al pasado
desde una óptica romántica, tomándose muy en serio verdaderos dramones con frecuencia
infumables; teatro de autores como Marquina, Villaespesa o García Gutiérrez,
hoy olvidado, con sus textos, apolillados y polvorientos, durmiendo en los
anaqueles, mientras que esta broma nos divierte todavía. Y es que aparece como
contestación, sí, pero con el simple objetivo de divertir. No hay acidez en la
crítica; hay juego y ganas de hacer reír. Se etiquetó con un nombre, el
astracán, porque llegó a formar todo un género que produjo bastantes libretos de
muy discutibles calidades, pero este en particular, La venganza de don Mendo, ha remontado el tiempo, porque está bien
construido, es divertidísimo y aúna sabiduría teatral e ingenio. De hecho, con
sus cien años a cuestas, no hay temporada que no se ocupe alguien de volver a
montarlo, porque, a pesar de lo fácilmente que envejece el humor, este divertimento sigue cumpliendo su misión.
Probablemente ahí está el motivo de que Fernando
Fernán Gómez tuviera la feliz idea de llevarla al cine en 1961, sabiendo que la
obra era extremadamente conocida, pero que la gente la acogería con regocijo y
acudiría a verla también en cine, a reírse de nuevo con ese humor disparatado y
esos recursos hilarantes al lenguaje dislocado, las situaciones anacrónicas, el
chiste, la polisemia, los cambios de tono y los ripios que producen efectos tan
cómicos.
Fernán Gómez, uno de nuestros grandes,
buenísimo actor, director, escritor, hombre de múltiples talentos, la realizó con
escasos medios materiales, pero con cómicos excelentes y un ingenio a rebosar,
por lo que hoy la película conserva la frescura del primer día.Actor además de director, en la obra compone
un protagonista lleno de gracia, arropado por secundarios extraordinarios: María
Luisa Ponte, Lina Canalejas, Antonio Garisa, Juanjo Menéndez, José Vivó y
tantos otros que consiguen convertir la función en una fiesta.
Claro que si el verso asusta en cine de humor
no asusta menos a la hora de pensar en trasladar nuestro teatro del siglo XVII
a la pantalla. Y no porque haya perdido vigencia, que las comedias del siglo de
oro siguen gozando en España del favor del público y no hay temporada en que no
lleguen a las tablas una serie de títulos de nuestros clásicos: Calderón de la Barca,
Tirso de Molina, Rojas Zorrilla, Agustín Moreto y, sobre todo, Lope de
Vega vuelven regularmente año tras año a deleitarnos en numerosas e inspiradas
puestas en escena.
Pero llevarlo al cine resulta arriesgado,
porque el verso actúa como un serio impedimento; para que la obra funcione hay
que decirlo bien, lo que no es fácil, y existe siempre el temor de que el
público del cine, para nada acostumbrado a oírlo y mucho menos a escucharlo, lo
rechace. Se ha probado a hacerlo versionando en prosa, pero, claro, pierde toda
la magia del original.
Aún así al menos en dos ocasiones se han
atrevido a llevar el verso a la pantalla. Lo hizo con gran fortunaPilar Miró en 1996 con El perro del hortelano y de nuevo Manuel Iborra en 2005 con La dama boba, obras en los dos casos de
la dramaturgia del genial Lope, ambas de una frescura tal que admira que puedan
haber pasado cuatrocientos años desde que las compuso. Algo que, por otra parte,
sucede también con tantos otros títulos de este milagro que fue el teatro
español de nuestro en justicia llamado Siglo de Oro.
Enma Suárez y Carmelo Gómez en El perro del hortelano, (Pilar Miró, 1996)
Pilar Miró acertó de lleno con su proyecto,
demostrando que los clásicos nunca pasan de moda y que si los intérpretes atinan
con la dicción se entiende el texto perfectamente y se disfruta su musicalidad.
Y esto lo consiguió por completo en su película, que respetando la obra de Lope
de Vega prácticamente en su integridad la hace inteligible a la perfección gracias
al trabajo, impecable, de los actores, que están espléndidos.
Enma Suárez interpretando a la celosa Diana, que como el
perro del hortelano ni come ni deja comer; Carmelo Gómez encarnando a Teodoro, el
objeto de sus ansias, siempre perplejo
con los cambios de humor de su dama y señora; Ana Duato, acertadísima como
Marcela; Miguel Rellán, Ángel de Andrés, Blanca Portillo… todos componiendo una
comedia fresca y divertida, cuya contemplación es un gozo. Y, por añadidura, un
precioso vestuario, una bellísima ambientación en esos hermosos palacios
portugueses de Queluz y Sintra, un ritmo adecuado y, en fin, una cuidada puesta
en escena; todo se combina para lograr un resultado irreprochable.
Fue la penúltima película que realizó Pilar
Miro y le valió dos merecidísimos Goya y algunos premios más. Por desgracia, su
temprana muerte cortó una carrera muy prometedora, pero nos dejó un trabajo
sólido en todo lo que acometió, unas cuantas películas estupendas y esta joya
impagable.
Silvia Abascal y José Coronado en La dama boba (Iborra, 2005)
Unos años después, en 2005, y siguiendo sus
pasos se atreve Manuel Iborra a adaptar al cine La dama boba también en verso, con una puesta en escena y un
montaje que aunque no respeta la obra original en su totalidad, (corta texto,
elimina personajes, los cambia de sexo…), sí respeta la trama de Lope de Vega, mantiene
su aroma y nos divierte con estas historias de mujeres intrépidas y audaces, tan
numerosas en su teatro, o, como en este caso, aparentes damas bobas a quien
amor vuelve discretas, en una comedia que celebra risueña el triunfo del amor.
En 2010 se acomete un proyecto muy deseado, la vuelta de
Estudio 1, un mítico programa en la historia de la televisión española, que
durante 20 años, de 1965 a 1985, acercó el teatro a los hogares españoles, con
una representación semanal que nunca defraudaba. Mucha gente se aficionó así al
teatro y todos los que llegamos a conocerlo lo hemos añorado después cuando
dejó de existir.
Por él pasaron obras de todo tipo de autores desde nuestros
clásicos a dramaturgos del siglo XX, de Chejov a Pirandello, de Miller a Bertold
Brecht. Y Sartre, Camus y tantos y tantos… sin que la censura, ocupada más bien
de escotes y cosas semejantes, pusiera la más mínima objeción. Obras dirigidas
por brillantes realizadores como González Vergel o Gustavo Perez Puig e interpretados
por una pléyade de actores extraordinarios: Rodero, Bódalo, Prendes, Merlo,
Fernán Gómez, Rabal, los Gutiérrez Caba, Marisa Paredes, Lola Herrera…
Y por fin se retoma el proyecto con la realización de La viuda valenciana o el arte de nadar y
guardar la ropa, una divertidísima comedia de Lope, inteligentemente
adaptada a TV, cuya contemplación es un verdadero disfrute. Y aunque la finalidad
era recuperar el programa con visos de continuidad la cosa lamentablemente no
pasó de ahí, a pesar de la brillantez del resultado, de manera que habrá que seguir esperando… En cualquier caso, ahí queda esta preciosa versión de la viuda valenciana para amantes de las
obras en verso
Se puede aducir sin duda que todo esto no es
más que teatro filmado, pero teatro que vence la maldición del medio: la
fugacidad. Por eso estaremos siempre agradecidos a quienes se atrevieron a
ponerse a ello y a quienes en lo sucesivo se sigan atreviendo. Desde aquí les
animamos.
Pues, por ejemplo, Cyrano de Bergerac, dirigida por Jean Paul Rappenau en 1990 y basada en la obra de Edmond Rostand, respetando el texto original, aunque lo recorta. Una película estupenda, además
Hola. Muy interesante e instructivo tu artículo!!
ResponderEliminarUna consulta: ¿Sabes de películas producidas en verso en otros idiomas?
Gracias!!
Pues, por ejemplo, Cyrano de Bergerac, dirigida por Jean Paul Rappenau en 1990 y basada en la obra de Edmond Rostand, respetando el texto original, aunque lo recorta. Una película estupenda, además
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