Con la expresión generación perdida Gertrud Stein definió a aquellos compatriotas suyos que, nacidos a fines del s. XIX, andaban por Europa en los
veinte del veinte; algunos porque habían participado en la Gran Guerra y no
habían vuelto a casa todavía, otros porque llegaron inmediatamente después. Y ello
porque parecían comportarse como desarraigados. La
expresión hizo fortuna y, por extensión, se acabó aplicando a toda aquella
promoción de escritores estadounidenses, participaran o no en la contienda y
vinieran o no a Europa.
Ya nos detuvimos en dos de los más famosos componentes de los así denominados: Ernest Hemingway y Francis Scott Fitzgerald, cuyos patrones de conducta respondían por completo a lo que su amiga Gertrud quería significar: jóvenes desorientados, viviendo en Europa como expatriados y sin ganas de volver a casa. Otros célebres novelistas estadounidenses vinieron también a Europa a luchar entonces en sus campos de batalla como John Dos Passos (1896-1970) y Raymond Chandler (1888-1959); al primero lo asociamos con el cine por su guion para El diablo es una mujer (The Devil is a Woman, Joseph Von Sternberg, 1935), y también por su participación en el de Tierra de España (Spanish Earth, Jorys Ivens, 1937), alegato a favor de la República española. A Chandler, por sus esplendidos guiones para Perdición (Double Indemnity, Billy Wilder, 1946), La Dalia Azul, (The Blue Dalia, George Marshall, 1946) y Extraños en un tren (Strangers on a Train, 1951, Hitchcock). Y otra joven escritora, Frances Marion (1888-1973), famosa adaptadora y guionista en los tiempos del cine mudo y primeros tiempos del hablado, vino también a Europa como corresponsal de guerra.
Raymond Chandler, Frances Marion, John Dos PassosPero fueron
muchos más los que se quedaron en América, la
otra generación perdida, igualmente
interesante o más en cuanto a su relación con el cine. Porque el cine, ese
nuevo divertimento, había logrado levantar en Hollywood, un lugarcito de la
Costa Oeste, una verdadera industria floreciente que para estos jóvenes escritores
ofrecía una nueva y prometedora actividad, la de guionistas, compatible al
menos con su condición de novelistas, o tan atractiva como para sumergirse en
ella y acabar dedicándole todas sus energías. Y para los no tan interesados en la nueva actividad, al
menos una lucrativa fuente de ingresos por la cesión de derechos de adaptación
a la pantalla de sus ficciones.
Descartando a Dashiell Hammett, (1894-1961), ya abordado en este blog con mayor amplitud en Helman y Hammett, contamos con todo un ramillete de jóvenes novelistas (John Steinbeck, William Faulkner, William Ridley Burtley, Dorothy Parker...) que escribieron guiones con mayor o menor regularidad y vendieron al cine los derechos de adaptación de algunas de sus novelas.
Para otros, la nueva industria fue su principal medio de vida, trabajando fundamentalmente como guionistas; este fue el caso de Ben Hetch; o como directores también, y así lo hicieron Preston Sturgess o Howard Hawks. Porque el cine, como ya apuntamos, significó para muchos individuos de esta promoción un verdadero descubrimiento, algo que abría un innovador campo de expresión, así que en él centraron sus afanes y a él dedicaron sus esfuerzos y lo mejor de su vida laboral, hasta el extremo de que a algunos les absorbería por completo.
Una rápida mirada sobre los citados, que si no son todos, sí se cuentan seguramente entre los más famosos:
A John Steinbeck (1902-1968), el más joven de ellos, la guerra le pilló todavía adolescente, así que, aunque se le suele enclavar en ella, no sería propiamente miembro de esta generación. Para el cine resultó un guionista de lujo por su colaboración, siendo ya famoso, en el guion de Viva Zapata (Elia Kazan, 1952). Pero su importancia en este medio se debe sobre todo a la frecuencia con que sus novelas se llevaron a la pantalla, algunas con gran éxito, como Las uvas de la ira (The Grapes of Wrath, Ford 1940), La vida es así (Tortilla Flat, Fleming, 1942), Naúfragos (Lifeboats, Hitchcock, 1944), La perla (Emilio Fernández, 1947) o Al este del Edén (East of Eden, Kazan, 195,). Y otras, adaptadas reiteradamente, como De ratones y de hombres (Of Mice and Men) que cuenta con tres versiones hechas en 1962, 1972 y 1992. También William Faulkner (1897-1962) era ya un escritor famoso cuando se acerca al cine, y aunque se relacionen con su pluma algunos guiones de películas míticas como Tener y no tener (To Have and Have Not, H. Hawks, 1944) o El sueño eterno (The Big Sleep, H. Hawks, 1946) y figure en otras interesantes como Gunga Din (Stevens, 1939), su experiencia en Hollywood, incapaz de adaptarse a entorno tan ajeno a su manera de ser, no resultó demasiado satisfactoria. Aun así, el cine fue para él un procedimiento alimenticio al que recurriría con cierta frecuencia, bien como guionista o cediendo derechos de adaptación de sus ficciones, muchas de las cuales, como Santuario o El ruido y la furia, se versionaron en la pantalla, si bien no con demasiado acierto.
Asimismo, Dorothy Parker (1893-1967) una de las plumas más ingeniosas y ácidas de la literatura americana de entreguerras, escribiría para el cine un par de guiones, los de las películas Ha nacido una estrella (W. Wellman 1938) y Una mujer destruida (S. Heiler, 1947).
Y Ben Hetch, (1894-1964) novelista, dramaturgo y periodista que dedicó al cine la mayor parte y lo mejor de su actividad profesional, situándose entre los más exitosos guionistas de Hollywood además del primero en recibir un Oscar por uno de sus trabajos (La ley del Hampa (1927). Vendrían después otros muchos guiones, algunos tan famosos como los que hizo para Scarface La diligencia, Lo que el viento se llevó, Luna nueva, Me siento rejuvenecer, El motín de la Bounty, Con faldas y a lo loco y tantas otras películas inolvidables.
También como guionistas trabajaron Howard Hawks (1896-1977) y Preston Sturgess (1898-1959), aunque con el tiempo acabarán siendo más famosos como directores de cine. Raoul Walsh (1887-1980), algo mayor que ellos, en su etapa de cine mudo, se escribía sus guiones. Y tanto Walsh como Hawks, a caballo por su edad entre el cine mudo y el sonoro, supieron reunir, en su manera de hacer, experiencias positivas de ambos procedimientos, enriqueciendo las películas sonoras con formas de narrar a veces muy visuales que gentes que vinieron después ya no sabrían manejar. A todos ellos se deben títulos tan inolvidables como Al rojo vivo y El mundo en sus manos (Walsh); Tener y no tener y Luna Nueva (Hawks); Los viajes de Sullivan y Un marido rico (Sturges), por citar de cada uno sólo dos de las muchas espléndidas obras que dirigieron.
Otra figura cercana pero que como Steinbeck había nacido algo tarde para formar parte de esta generación fue John Huston (1906-1987), que empezó también en el cine escribiendo guiones y acabaría convirtiéndose en uno de los grandes de la dirección cinematográfica: El tesoro de sierra madre, La jungla del asfalto, La reina de África, Moulen Rouge, El Cardenal, El honor de los Prizzi, Dublineses… se encuentran entre sus títulos inolvidables.
Estos son en fin algunos de los brillantes estadounidenses de aquella llamada
generación perdida y sus aledaños, que
por las versiones cinematográficas de sus novelas, sus guiones o la importancia
de las películas que dirigieron, tanto peso han alcanzado en la historia del
cine. Bien se merecen un recuerdo por lo mucho que a los espectadores nos han
enriquecido con sus trabajos y su esfuerzo.
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