viernes, 28 de mayo de 2010

Visconti y la literatura


Luchino Visconti (1906-1976), director de cine italiano y, durante años, director de escena de la ópera de Milán, hace sus primero pinitos de cineasta en los años 30 como ayudante de Renoir en Una partie de campagne (1935) sobre un relato de Guy de Maupassant).

Su primera obra en la dirección de cine fué Ossesione, (1942), a partir de la novela de James M. Cain, El cartero siempre llama dos veces. Con ella marca el inicio del movimiento neorrealista italiano, en cuya estética realizaría títulos como Rocco y sus hermanos, (1958), considerada por la crítica como una de sus mejores películas.

En 1957 consigue el León de Plata del Festival de Cine de Venecia con Noches blancas, sobre la novela homónima de Fiodor Dostoievski.  En 1962 participa en un proyecto colectivo sobre distintos aspectos de la moralidad y el amor en los tiempos modernos, Bocaccio '70. Y lo hace con el episodio ll lavoro, basado en los cuentos Au bard du lit, de Guy de Maupassant y La señorita Else, de Arthur Schnitzler. En 1967 adapta, con el mismo título, “El extranjero”, la novela donde Albert Camus logró expresar la angustia existencial del europeo de postguerra. 

Aunque en todas sus películas están presentes sus preocupaciones, intereses y  particular estilo, es en Senso donde nos revela por primera vez casi todas las constantes de su complejo mundo interior: la degradación moral, la destrucción del núcleo familiar y la decadencia de la aristocracia, así como sus pasiones: la belleza, la música y la ópera.  

Porque Visconti es sobre todo un maestro en la descripción minuciosa y exacta de ambientes decimonónicos, recreando con acierto en algunas de sus películas mejores, (Senso, El gatopardo, Muerte en Venecia, El inocente), el perfume de tiempos pasados: su música, su arte, sus costumbres, sus valores morales, deslizando siempre un algo de nostalgia por esos universos irremediablemente perdidos. 

Senso, (1954), parte de un cuento de Camillo Boito, una historia de amor fou entre una aristócrata veneciana y un oficial austríaco durante la convulsa Italia del Rissorgimento. Moviéndose en un clima casi operístico, la película nos conduce, de la mano de Alida Valli, a presenciar cómo una pasión desesperada empuja a la protagonista hasta la tragedia. 

En 1958 se publica, con un éxito inmediato, la novela póstuma de Giuseepe di Lampedusa, El gatopardo, que pocos años después Visconti llevará al cine. El adjetivo lampedusiano ha pasado desde entonces a definir el cinismo con el que los partidarios del antiguo régimen se pasaron a la revolución; el contexto, la invasión de Sicilia por las tropas de Garibaldi.  “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie” es la frase con que el protagonista, el príncipe de Salinas, resume su postura ante la situación y en ella está condensada la filosofía de la historia que El gatopardo nos cuenta. Visconti nos hace asistir al derrumbe de todo ese mundo aristocrático en que consiste el cambio para que nada cambie, atrapándonos con la belleza y la verdad que se desprenden de sus imágenes. 

Su poética sobre un mundo bello que se extingue de manera irremediable es también evidente en Muerte en Venecia (1971), basada en la novela homónima de Thomas Mann. La fascinación que el personaje central siente por la belleza, encarnada aquí en un adolescente, se desenvuelve en paralelo con el que ejerce en el ánimo de todos la deslumbradora Venecia, así como el deterioro progresivo físico y moral del personaje es simultáneo al que sufre la ciudad, atacada por una epidemia de cólera. La música, importante en todas sus películas, alcanza en ésta un protagonismo decisivo.   

En 1976 se estrena El inocente, su obra póstuma. Ha elegido para la ocasión una novela de Gabriele d'Annuncio, escritor cuya reputación literaria se vio empañada con la sombra del fascismo, por la enorme influencia que sus escritos políticos ejercieron sobre Mussolini. A Gabriele d’Annuncio, diputado un tiempo en el parlamento italiano, su carácter aventurero y su fuerte nacionalismo le llevaron a posturas extremadamente radicales, que desembocaron en el insólito episodio de Fiume. En lo personal era un esteta obsesionado por vivir su vida como una obra de arte y como escritor destacó por su extraordinaria habilidad para traducir a palabras las sensaciones. Poeta, novelista y dramaturgo de renombre, sus escritos, impregnados de un cierto decadentismo, ejercieron gran influencia en escritores italianos de las siguientes generaciones. 

Al adaptar al cine su novela, Visconti vuelve a sus temas de siempre: la familia, la aristocracia, la degradación moral y lo hace, también como de costumbre, a través de una hermosa, lúcida y barroca reflexión, que constituye su particular manera, refinada y exigente de hacer cine. Lástima que esta vez la muerte le impidiera terminar su obra y no pudiera responder del resultado final, que en cualquier caso, no decepciona.


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