"Nunca segundas partes fueron buenas" dice el refrán, pero no parece que esto sea siempre aplicable a las diferentes versiones cinematográficas de una misma historia. Por el contrario, en muchas ocasiones de una nueva adaptación ha surgido una obra tan buena o mejor que la anterior y en cualquier caso siempre algo distinto, porque es en la mirada de quien nos cuenta la historia, no tanto en lo que nos cuenta, donde radica la originalidad de la creación.
Veamos algún ejemplo de cómo, partiendo de una misma narración, el sello personal y propio de sus diferentes adaptadores puede producir resultados sobresalientes y extremadamente diversos sin que necesariamente desmerezcan en calidad unos de otros.
La novela de Georges de La Fouchardiere, "La Chienne" fue llevada al cine en 1931 por Jean Renoir y en 1945 por Fritz Lang, consiguiendo ambos realizar dos verdaderas joyas, cada uno desde luego desde su propia manera de hacer y su particular concepción del lenguaje cinematográfico.
En La chienne, como también se titula su película, (en España, La golfa), Renoir introduce al espectador en las vidas de los personajes que conforman el eje central de la historia, un triángulo amoroso, haciéndole sentirse como un voyeur que descubriera a hurtadillas las miserias y los anhelos de esos seres, en definitiva unos infelices, que despiertan en nosotros la compasión; incluso los menos inocentes. Sus vidas, mostradas con sencillez en una estética que tiene aún mucho de cine mudo, se entrecruzan hasta finalizar en tragedia. Pero no hay verdaderos malvados: él es un hombre maduro y tímido, ninguneado en su ambiente; ella una mujer joven e inconsciente, con cierto encanto vulgar; el otro, un vividor y un desaprensivo, pero víctima inopinada de sus actos; y los cuadros, que el protagonista pinta como vía de escape a una vida gris en un hogar infeliz, los instrumentos que los mantengan unidos hasta que el drama estalle.
Ésta es también la historia que el austríaco Fritz Lang, maestro del expresionismo alemán, desarrolla en Scarlet Street, (Perversidad, 1945), pero aquí, a partir de la inicial candidez y apocamiento del personaje principal, el director acentúa los tintes de maldad, mostrándonos el descenso a los infiernos del engañado, la perfidia de la engañadora y la brutalidad de su amante, un tipo despiadado. La historia es la misma, la mirada del director muy otra. La estética en que nos la envuelve, también. No suscita nuestra indulgencia para con sus personajes como nos pasaba con Renoir porque el asunto no está tratado como entonces con ternura.
No sería la última vez que Fritz Lang realizara una segunda versión de alguna película de Renoir. Lo volvería a hacer con Human Desire (Deseos Humanos, 1954), revisitación de La bête humaine (La bestia humana), adaptación que Renoir efectúa en 1938 sobre la novela homónima de Emile Zola.
Estamos de nuevo ante un trío -él, ella y el otro- que cada director lleva a su terreno desde su personalísimo estilo. Mientras Jean Renoir pone el acento en el amante, interpretado con acierto por Jean Gabin, Fritz Lang concentra en la pareja de casados toda la fuerza de un melodrama de altura, ejemplo además del mejor cine negro, terreno en que tan bien se movía. (No es casual que Glenn Ford y Gloria Grahame fueran los protagonistas de su anterior film, el policíaco Los sobornados, de resultados tan brillantes que repite ahora con los mismos actores).
Renoir, más fiel a la novela de Zola, se detiene especialmente en la misoginia del amante, un ferroviario marcado por el estigma hereditario de la locura; Lang prefiere turbarnos con el malestar del matrimonio, una pareja imposible. Y así carga las tintas sobre ese marido celoso, lleno de rencor y rabia contenida; a su lado la mujer, una Gloria Grahame desbordando morbo y seducción. Y un poco en segundo término, el amante, componiendo un trío que nos desvela aspectos sombríos de una misma pasión, sentimientos entrelazados como las vías del ferrocarril que le sirven de metáfora, Una película magistral, poderosa, como casi todos los films de su autor.
Detengámonos ahora en la novela de James M. Cain El cartero siempre llama dos veces, frecuentemente versionada. Fijémonos en dos adaptaciones interesantes, la realizada, con el mismo título, The postman always rings twice, por Tay Garnett en 1946, y la menos conocida, Ossessione, (Obsesión) que Luchino Visconti había dirigido en 1943.
La de Visconti, anterior en el tiempo, contextualiza la historia en el entorno desolador de una Italia en guerra, enmarcando el drama dentro de un drama aún mayor, un ámbito donde el amor pasional, destructivo, obsesivo de la pareja enamorada arrastra, casi sin remedio, a estos dos desgraciados a cometer un acto horrendo de consecuencias irreversibles. En ese clima hasta el sentimiento amoroso parece haberse contagiado de muerte y destrucción. Visconti nos lo narra con su visión pesimista, sin miramientos, con sequedad, logrando una obra cargada de fatalismo y poesía, paradójicamente considerada por la mayoría como el inicio del cine neorrealista italiano.
Garnett, mucho más fiel a la novela, enfocó el material de James M. Cain desde la perspectiva de un thriller, consiguiendo realizar un absorbente ejercicio de suspense que permanece como un clásico del cine negro. Los amantes no son aquí dos desgraciados empujados al crimen por la fatalidad. No hay justificantes que amortigüen sus actos, saben perfectamente lo que hacen y son por completo libres de no hacerlo; es la combinación de ambición y lujuria sin atenuantes lo que les mueve. Aunque, claro, como en toda novela de James M. Cain, ella sea siempre la verdadera desalmada y el hombre tenga mucho de juguete en sus manos.
Busquemos ahora en otro género. Un nuevo ejemplo de lo que diferentes visiones de un mismo original pueden suponer lo encontramos en la comedia de Ben Hecht y Charles MacArthur, The Front Page, ampliamente aclamada en los teatros de Broadway antes de ser llevada al cine en diferentes ocasiones, dos de ellas, al menos, afortunadísimas.
La personalidad de Ben Hecht, guionista, dramaturgo, novelista y periodista está detrás de muchos grandes guiones del cine de Hollywood de los años dorados; en este caso se trata de una obra de teatro, imaginativa, de ingeniosos diálogos y extraordinariamente divertida, sobre el poder de la prensa, las corruptelas políticas y la problemática de la pena de muerte.
No son las únicas versiones cinematográficas que se hicieron de esta comedia, pero sí dos adaptaciones geniales que subrayan nuestra afirmación de cómo cada puesta en escena de un texto puede producir un nuevo resultado a la altura tanto del original como de anteriores miradas. Cierto que en este caso hablamos de teatro, cuyos títulos se han escrito para ser interpretados, no sólo leídos. Pero también en estos casos una puesta en escena de talento significa una nueva creación: Howard Hawks en 1940 con Luna nueva y Billy Wilder en 1974 con Primera plana lo consiguen con creces.
La película de Hawks, His Girl Friday (Luna nueva), divertida, ácida y cínica, avanza a ritmo frenético y en un tono enloquecido, con diálogos superpuestos y veloces, que tanto influirían en directores más modernos como Woody Allen. Para mayor comicidad, en el guión se ha cambiado el sexo de los protagonistas que entablan una delirante batalla de pareja apoyada en el talento interpretativo de Cary Grant y Rosalind Russel, sensacionales en medio de un reparto también más que notable. Hawks consigue realizar una extraordinaria comedia, conceptuada entre las mejores películas de este genio del cine que nos dejó tantos títulos insignes.
Cary Grant y Rosalind Russel en Luna nueva, (1940) |
The Front Page, (Primera plana), la versión que Billy Wilder haría un cuarto de siglo después, es también otra obra maestra de la sátira y la comedia. Igual de divertida e incluso quizá más ácida y más cínica. Más fiel al original y desarrollada con un perfecto pulso narrativo, avanza como un hilarante duelo entre Jack Lemmon y Walter Matthau, genial pareja del cine cómico, que están espléndidos sacando todo el jugo a una prosa mordaz y caústica por demás; saltando veloces de agudeza en agudeza, mientras el ingenio y la gracia de Billy Wilder parece tener siempre escondida otra carta preparada para volver a sorprendernos y seguir haciéndonos reír.
La versión de Billy Wilder no tuvo demasiado éxito de entrada, quizá porque, al estrenarse en un momento en que la comedia no estaba muy de moda, se la juzgó como algo anticuada para la época; justo lo contrario de lo que le sucedería a Hawks con la suya, tan moderna al convertir a los protagonistas en pareja cuando el trabajo femenino cualificado era todavía una rareza de vanguardia.
La golfa, Perversidad, La bestia humana, Los sobornados, Deseos humanos, Obsesión, El cartero siempre llama dos veces, Luna nueva, Primera plana... títulos geniales. Pero es que detrás de ellos se esconde mucho talento: en la narración, en el guión, la dirección, la técnica, la interpretación... Todas ellas son películas que no hay que perderse, porque se trata de joyas del cine que nos enriquecen y nos dicen algo más cada vez que volvemos a visitarlas.
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