Uno nos hizo
pasar mucho miedo, el otro nos hizo reír hasta las lágrimas. Y pensar, también.
Imposible aburrirse con ellos; nos atrapan en sus historias. Y si volvemos a su
cine, esto sigue funcionando. Es lo que tiene el genio, que permanece en el
tiempo.
Alfred Hitchcock Billy Wilder |
A
pesar de que los avances tecnológicos hayan podido afectar en algún caso a
sus puestas en escena, de que la moral social haya cambiado, amortiguando a
veces la carga transgresora de sus argumentos, y, en fin, de todo lo que el
paso del tiempo pueda incidir en sus obras, éstas siguen frescas desvelando el
genio que había detrás, y sus distintas personalidades nos siguen produciendo
una inmensa admiración. Por supuesto
que no actuaban solos; el cine es un arte global. Pero también supieron
rodearse de colaboradores de talento en los guiones, la interpretación, la
orquestación musical, la ambientación y en todas las múltiples facetas de las
que el cine se sirve y compone.
Uno
se especializó en el thriller y nos contó infinidad de historias de crímenes
pero estaban también cargadas de intriga, de sorpresa e incluso de humor. El
otro se dedicó casi siempre a la comedia, aunque con excepción del western tocara
toda clase de historias: el cine negro (Perdición),
el bélico, (Cinco tumbas al Cairo),
el de juicios (Testigo de cargo) o el
drama (El gran carnaval, Días sin huella).
Pero fuera cual fuera el género siempre lo abordó desde su estupendo ingenio
satírico y burlón, ácido y corrosivo sin la menor concesión a la sensiblería.
Los
dos jugaban con nosotros, cada uno a su manera. Hitchcock a que permaneciéramos en vilo,
adelantándonos a lo que le va a pasar al personaje; Billy, manteniéndonos pendientes
y atentos a la respuesta rápida, agudísima y sorprendente (William Holden decía de él que tenía el
cerebro lleno de cuchillas afiladas).
Ambos
eran de procedencia europea, inglés Hitchcock, austríaco Wilder, y en Europa
iniciarían sus carreras, pero los dos dieron lo mejor de sí en Hollywood, y
ello en torno a las cuatro décadas que van de los cuarenta a los ochenta. Ciertamente sus
mundos son muy distintos, pero en común tienen la fuerza con que nos
conquistaron y nos ganaron para siempre.
Hitchcock,(1899-1980), londinense de ascendencia irlandesa y religión católica, estudió con los
jesuitas que fomentarían su capacidad organizativa y de análisis, pero también sus miedos. Miedoso desde muy
niño según confiesa, con ellos aprendió también a temer los castigos
corporales. Desde muy joven se interesó por el cine, desarrollando una
brillante carrera en Gran Bretaña, tanto en el mudo como en el sonoro, antes de
emigrar a los Estados Unidos en 1939, contratado por el poderoso productor David O. Selznick, cuando
ya era un director de prestigio en su país. Y ese miedo que él confesaba sentir
sería sin duda el motor que le llevara a tratar de contagiárnoslo.
Billy
Wilder,(1906-2002) judío austríaco, se traslada muy joven a Berlín,
entonces capital cultural de Europa. Allí le encontraríamos en 1929, ejerciendo
ya de guionista, pero la ascensión de Hitler en los primeros años treinta le
obligó a cambiar de residencia, dirigiéndose primero a Francia y después a los Estados
Unidos, donde enseguida formaría equipo con Charles Brackett para continuar
elaborando guiones. Lo hicieron en comandita, y con gran fortuna, para Ernst Lubitsch
(La octava mujer de Barba azul, 1938 y Ninotschka, 1939), Michael Leisen (Medianoche, 1939 y Si no amaneciera, 1941) y Howard Hawks, (Bola de fuego, 1941) y seguirían haciéndolo juntos algunos años más.
Sin duda, con frecuencia asociamos las figuras de Wilder y Hitchcock a alguno de sus colaboradores, por las numerosas veces en que los vemos trabajando con los mismos.
Alfred Hitchcock y Bernard Herrmann |
Con
Hitchcock colaboró en infinidad de ocasiones Bernard Herrmann, convirtiéndose en
el inseparable autor de la banda sonora de muchos de sus grandes éxitos (La soga, Vértigo, El hombre que sabía
demasiado, Psicosis, Pero quien mató a Harry, Falso culpable, Con la muerte en
los talones, Los pájaros, Marnie la ladrona, Cortina rasgada), así como un
buen número de episodios de su serie para TV Alfred Hitchkcock presenta.
James Steward y Kim Novack |
En
cuanto a sus intérpretes, James Stewart, (La
soga, La ventana indiscreta, El hombre que sabía demasiado, Vértigo) y Cary
Grant (Sospecha, Encadenados, Atrapa a un
ladrón, Con la muerte en los talones),
parecen ser sus actores favoritos, a
juzgar por lo mucho que repiten en su cine.
Garce Kelly y Alfred Hitchcock |
En
lo que se refiere a Billy Wilder, ya hemos señalado cómo desde sus inicios en Hollywood
forma pareja con Charles Brackett para la realización de los guiones. Y cuando
en 1942 debuta como director, seguiría componiéndolos con este colaborador con
quien tantos éxitos llevaba cosechados. De la mano de ambos saldrían todavía
joyas como Días sin huella y El crepúsculo de los dioses. De hecho,
Billy Wilder nunca hizo él solo sus guiones, y, rota su relación con Brackett, a
continuación los haría con Raymond Chandler (Perdición), en una experiencia muy exitosa, pero poco grata para ambos,
y con algún otro después. Sin embargo, pronto encontraría un nuevo socio, esta
vez inseparable, en A. L. Diamond. Juntos hicieron el guión para Arianne, donde descubren que sus hábitos de trabajo son muy compatibles; luego vendrían Con
faldas y a loco, El apartamento, Un dos tres, Irma la
dulce, Bésame tonto, En bandeja de
plata, La vida privada de Sherlock Holmes, ¿Qué ocurrió entre mi padre y tu
madre?, Primera plana, y Fedora.
Charles Brackett y Billy Wilder Billy Wilder y A.L Diamond |
Entre
sus intérpretes también repiten en su cine en diferentes ocasiones William
Holden (El crepúsculo de los dioses,
Sabrina, Fedora), Walter Mattau (Primera plana, En bandeja de plata, Aquí un
amigo), Shirley Mclane (Irma la
dulce, El apartamento), Marilyn Monroe (La
tentación vive arriba, Con faldas y a lo loco) y por encima de todos, Jack
Lemmon que lo haría al menos en siete de sus películas, algunas de las cuales
se encuentran entre las mejores que llegó a realizar. (Con faldas y a lo loco, El apartamento, Irma la dulce, Qué ocurrió
entre tu padre y mi madre?, En bandeja de plata, Primera plana y Aquí un amigo).
Tony Curtis, Marilyn Monroe y Jack Lemmon en Con faldas y a lo loco (Some like it hot, Billy Wilder, 1963) |
De
Marilyn, con fama de conflictiva en los rodajes, circulaban infinidad de anécdotas, una a nuestro juicio
particularmente divertida: parece que Wilder, a menudo quejoso de su
impuntualidad y sus olvidos del texto, ante la pregunta de la prensa de por qué
entonces insistía en trabajar con ella, siempre respondía que una vez terminada
la película, todo había merecido la pena. Y además que, si quería a alguien que
llegara siempre puntual y se supiera el dialogo de memoria, tenía una tía en
Viena que estaría lista a las cinco de la mañana y nunca se saltaría una coma,
pero ¿quién querría verla a ella?...
Jack Lemmon y Billy Wilder |
Alfred
Hitchcock y Billy Wilder, dos inmortales de la historia del cine: únicos,
irrepetibles, irremplazables, inolvidables. A quienes generaciones y
generaciones de espectadores sin duda les debemos mucho. Y aunque han pasado ya
varias décadas desde que dejaron de contarnos historias, algunas de sus
películas, muchas de ellas, revisitadas de nuevo en ciclos de recuperación del
cine clásico, en TV, o repescadas en la red formarán para siempre parte de
nuestro imaginario colectivo y sentimental.
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