lunes, 22 de abril de 2019

Superproducciones: Lawrence de Arabia, Titanic


Hoy se trata de evocar ese tipo de películas que hicieron (y siguen haciendo) nuestras delicias, aquellos grandes novelones, hermosas epopeyas, o historias en fin tratadas con un punto de grandiosidad que nos seducen desde el principio y que, siendo generalmente de larga duración, nunca queremos que terminen, porque nos sumergimos en ellas sin prisas, encandilados con el arte que sus realizadores saben infundir a la narración.

Lawrence de Arabia (David Lean, 1962)
Películas como Gigante (Stevens, 1952), Guerra y Paz (War and Peace, King Vidor, 1956), Lawrence de Arabia (David Lean, 1962), Doctor Zhivago (David Lean, 1965), Ghandi (Attemborugh, 1982), Memorias de Africa (Out of Africa, Sydney Pollack, 1986), Regreso a Howards End (James Ivory, 1993), Titanic (James Cameron, 1997)… y tantas otras que desarrollan historias del gusto de casi todos y lo hacen sin escatimar medios, seguros de su triunfo. Grandes producciones que en efecto cosechan premios en cantidad y alcanzan en taquilla cifras descomunales de recaudación. Películas deslumbrantes algunas y de grato recuerdo todas porque no suelen defraudar a su muy numeroso público.

El cine acierta muy pronto con este género, que lo hace casi en los principios del sonoro con Lo que el viento se llevó, (1939), novelón que en su versión cinematográfica supera las tres horas de duración. Y esto de la larga duración parece también ser un requisito de casi todas las que responden a este perfil y desde luego así es al menos en el par de realizaciones elegidas para comentar: Lawrence de Arabia (222 minutos) y Titanic (195 minutos).

Lean y O`Toole en el rodaje de Lawrence de Arabia
La primera, Lawrence de Arabia, constituye una gran película salida de las manos de un director que si era magnífico contándonos historias intimistas, (inolvidables esas joyas de Breve Encuentro –Brief Encounter- o Locuras de verano -Summertime-), en este otro tipo de cine se reveló también como un fuera de serie. Nos referimos a David Lean, director, productor, guionista y editor de nacionalidad británica, que había desarrollado una interesante carrera en su país haciendo cine en blanco y negro. Tras la llegada del color, hacia 1955, se pasa a la industria de Hollywood, para dedicarse a la realización de grandes producciones. Lean llega a crear un cine espectacular de hermosos paisajes y estupendas ambientaciones, donde se encuadra esta película que nos ocupa así como otras suyas, también muy merecidamente premiadas, como El puente sobre el río Kwai (1957), Doctor Zhivago (1964), La hija de Ryan (1970) o Pasaje a la India, (1984).

Al igual que otros grandes éxitos internacionales de los años 60, Lawrence de Arabia nos resulta particularmente cercana, porque en nuestros lugares se ambientaron muchas de sus escenas; esos interiores sevillanos rodados en los reales alcázares, la casa de Pilatos, el palacio de Miguel de Mañara o el hotel Alfonso XIII; las secuencias en la también sevillana Plaza de España o los espléndidos paisajes almerienses del Cabo de Gata, resultaron gracias a la magia del cine un marco perfecto para simular los escenarios por donde se movía ese estrafalario inglés que fue Thomas Edward Lawrence. Y cuando Lean tuviera que abordar Doctor Zhivago, satisfecho de su experiencia anterior, y encontrando aquí también nieve de sobra, recurriría de nuevo a España para la mayor parte de sus localizaciones.

Pero, anécdotas aparte, lo importante es la gran calidad de esta película. Brillante la fotografía, hermosísima la música, soberbias las interpretaciones de los actores y perfecto el ritmo de la narración,  parece una obra al borde de alcanzar la perfección, y de hecho muchos la señalaron (el American Film Institute, por ejemplo) como una de las mejores películas de la historia.

Lawrence de Arabia está basada en Los siete pilares de la sabiduría, obra biográfica de Thomas Edward Lawrence donde éste narra sus experiencias durante la primera guerra mundial. Enviado entonces por su país al desierto para participar en una campaña de apoyo a los árabes contra Turquía, Lawrence llevará a cabo su misión a su aire y no siempre en sintonía con sus superiores.

Lawence de Arabia (David Lean, 1962)

La luz en los desnudos parajes del desierto, las interminables arenas, el misticismo que desprende la figura del protagonista, la prodigiosa banda sonora… todo envuelve la singular aventura que David Lean nos cuenta con el pulso adecuado y absoluto acierto, alcanzando tal perfección que nos transporta sin esfuerzo a ese mundo evocado y, por momentos, casi consigue hipnotizarnos.

Leonardo DiCaprio y Kate Winslet en Titanic, (Cameron, 1997)

Otros, muy otros serán los paisajes en que se mueva Titanic, una romántica historia de amor a bordo del famoso transatlántico británico en su malhadado viaje. La pareja enamorada la integran seres de ficción, pero la película los mezcla con personajes reales que existieron y sufrieron aquel trágico naufragio, haciendo una amalgama de invención y realidad que funcionó estupendamente en pantalla, a pesar de algunos fallos históricos espinosos en los que incurrió el guión. El director, James Cameron, fascinado desde antiguo con la catástrofe del Titanic, buscó con éxito financiación para llevar su historia al cine, y a pesar de que en su tiempo fue considerada la producción más costosa realizada hasta el momento, cosa que haría temblar al proyecto, lograría al fin convertirse también en la más taquillera. Ganó infinidad de premios y su popularidad rebasó fronteras llevando a Leonardo DiCaprio y Kate Winslet a las más altas cotas de la celebridad; especialmente a ella que era menos conocida, con sólo cuatro películas aún en su haber. DiCaprio era ya famoso, puesto que llevaba en el mundo del espectáculo desde su más tierna infancia, aunque esta película disparó su número de fans a extremos insospechados. En cualquier caso ambos acapararon con Titanic la primerísima línea del  famoseo.

Kate Winslet, James Cameron y Leonardo DiCaprio en los Oscar
La película consiguió once premios Oscar. Su preparación fue profunda, exquisita la reconstrucción histórica, supervisada por decenas de expertos para reproducir con escrupulosa fidelidad cada detalle, y brillantes los efectos especiales, que lograron una espectacular recreación del naufragio. Y esta combinación de conmovedora historia de amor bien contada y despliegue tecnológico deslumbrante para recrear la tragedia del hundimiento del barco, envuelto todo con una acertadísima banda musical, excelente fotografía, sabia interpretación… dio como resultado una obra sobresaliente con cierto sabor a cine de siempre.

Sería superfluo volver sobre su argumento, porque raro fue quien en su día no vio esta película. Y porque, remasterizada en 2012, volvió a reestrenarse, con abrumador éxito de público, para aquella generación llegada después, para los pocos que antes se la hubieran perdido y para tantos otros encantados con reencontrarla y volverla a ver.

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