domingo, 31 de mayo de 2020

Algunos cineastas húngaros


No es muy conocido entre nosotros el cine húngaro, pero si pensamos en cineastas húngaros entonces en seguida encontramos alguno detrás de películas que hicieron época, como la mítica Casablanca, dirigida por Michael Curtiz (1886-1962) en 1942 o la también mítica Gilda, realizada por Charles Vidor (1900-1959) pocos años después.

Michael Curtiz rodando con Humphrey Bogart e Ingrid Bergman Casablanca (1942) 

Michael Curtiz (Mano Kaminer) y Charles Vidor (Karoly Vidor) habían nacido en el Budapest del Imperio Austrohúngaro, ambos judíos, ambos combatientes en la primera guerra mundial y ambos en América ya en los veinte del veinte. Curtiz llegó a Hollywood tras largos años de carrera en Budapest y Viena;  Vidor, con la experiencia de unos años de cine mudo como ayudante de Alexander Korda, cineasta húngaro también y que, al igual que ellos, se exiliaría, éste definitivamente en Gran Bretaña.

Curtiz, realizador prolífico y exitoso, aportó solidario parte de sus ingresos al Fondo de Cine Europeo, una asociación profesional de ayuda a refugiados para establecerse en los Estados Unidos. 



Aunque Casablanca fue su película más celebrada tuvo una importante carrera, donde brillaron otros muchos trabajos notables como Robin de los bosques (The Adventures of Robin Hood,1939), La vida privada de Elizabeth y Essex, (The Private Lives of Elizabeth y Essex,1939), Yankee Doodle Dandy (1942) o Mildred Pierce (1945).

Charles Vidor con Rita Hayworth
En cuanto a Vidor, había dado el salto al otro lado del Atlántico también muy tempranamente. 

Tras la primera gran guerra,  Hungría había entrado primero en un caos revolucionario y desembocado después en una monarquía antisemita que forzó al exilio a numerosos judíos. 

Ese fue el caso de Curtis, sería el de Vidor, el de Korda y el de tantos más. 

Charles Vidor da el salto en 1924, trabajando primero en Broadway y en seguida en Hollywood donde realizaría un buen número de películas durante las décadas de los 30, 40 y 50. Gilda sin duda fue la más celebrada.



Murió mientras rodaba Sueño de Amor (Song witouth end, 1960), una romántica biografía del compositor Franz Liszt, con Dick Bogarde como inolvidable protagonista, que terminaría George Cukor.

   Alexander Korda      
Alexander Korda (1893-1956) o Sándor László Kellner, fue el mayor de tres hermanos. Los otros dos: Zoltan (1895-1961) y Vincent (1897-1979) también como él desarrollaron sendas carreras en la dirección de cine y asimismo en el exilio. Alexander había empezado como cineasta al tiempo que estallaba la primera guerra mundial de modo que llevaba ya una amplia trayectoria en el cine mudo cuando, tras ser encarcelado en 1919, recobrara la libertad. Trabajaría a continuación en Viena, Berlín y Paris para instalarse definitivamente en Londres adonde llega como representante de la Paramount y donde realizaría la parte más importante de su doble carrera de productor (Ser o no ser -To be or not to be-, 1942; El tercer hombre –The Third Man- 1949…) y director (Rembrandt, 1936; El ladrón de Bagdad, 1940…).

También a Londres iría a parar otro exiliado húngaro, Emeric Pressburguer (1901-1988), en origen Imre József Pressburger. A Emeric Pressburger, quien había iniciado su trayectoria laboral como periodista y guionista en la UFA de Berlín, es el ascenso de los nazis al poder lo que le obliga como a tantos a marchar. Se traslada a París y después a Londres donde el ya influyente Alexander Korda lo contrata. Con nacionalidad británica desde 1946, sus mejores momentos profesionales los viviría en común con Michael Powell con quien efectuó para el sello The Archers una serie de obras únicas, maravillosamente originales, verdaderas joyas del cine como Las zapatillas rojas (The Red Shoes, 1948) o Los cuentos de Hoffmann (The tales of Hoffmann,1951).


Ladislao Vadja
Otro esplendido cineasta húngaro impelido al exilio fue Ladislao Vadja, y este se afincó en España, al menos durante la realización de lo más granado de su producción. 

Ladislao Vadja, nacido en Budapest en 1906 y muerto en Barcelona en 1965 se mueve por diferentes países de Europa, como refleja su obra realizada en Gran Bretaña, Hungría, Francia, Italia, España, Portugal, Alemania y Suiza, pero, como ya avanzamos, la mayor parte de su cine y desde luego casi todas sus mejores películas las realizó entre nosotros.

Mi tío Jacinto (Vadja, 1956)


Sus títulos más interesantes, Barrio, basada en una novela del escritor belga Georges Simenon, que en su día, paradójicamente, resultó todo un fracaso de taquilla; y sus exitosas Carne de horca (1953), que constituye un singular enfoque del bandolerismo andaluz abordado como si de un western se tratase; Marcelino pan y vino, (1955), insospechado éxito internacional; y dos películas que nos dan una doble e interesante visión del mundo de los toros: Tarde de toros (1956) y la magnífica  (1956). 



Hay que mencionar además El cebo (Es Geschach am hellichten Tag, 1958), coproducida por la española Producciones Chamartín y filmada en Suiza, adaptación de una novela de Friedrich Dürrenmatt, que firmó también el guion, y que constituye un magnífico thriller sobre un asesino en serie de niños; una historia estupendamente bien contada y que con el paso del tiempo no ha perdido nada de su fuerza.

En cuanto a los que trabajaban en Hungría, las fronteras eran tan impermeables que apenas se tenían noticias, mas que sus escasas apariciones en algún que otro festival. En los años sesenta alcanzó cierta notoriedad en Occidente la obra de Miklos Jancsó, cineasta residente primero en Hungría y un tiempo en Italia, autor de un cine de trasfondo histórico o rural principalmente y cuya temática incidía sobre todo en los abusos del poder y las formas de opresión. Acusado por los críticos de repetirse, en los años ochenta y conforme perdía notoriedad, se fue eclipsando.


Istvan Szabo con Klaus María Brandauer, habitual en sus películas

 Istvan Szabo con Klaus María Brandauer, habitual en sus películas

Precisamente en esa década Hollywood nos puso de nuevo ante la obra de otro brillante cineasta húngaro residente en Hungría. Nos referimos a Istvan Szabo (1938), cuyo Mephisto fue Oscar de Hollywood de 1981 a la mejor película extranjera. Sus títulos inmediatamente posteriores  (Coronel Redl y Hanussen) serían también premiados en Cannes. Y en las décadas siguientes rodaría numerosas películas en coproducción que alcanzarían una mayor difusión y facilidades de visionado en todo Occidente: Cita con Venus (Meeting Venus, 1991); Dulce Emma, querida Bobe (Édes Emma drága Böbe, 1992); El amanecer de un siglo (Sunshine, 1999); Requiem por un imperio (Taking Sides, 2001); Conociendo a Julia (Being Julia, 2004); Parientes (Relatives, 2006); Tras la puerta (The Door, 2012); Final Report (2019).



La excelente obra de Szabo, rica, sugerente e interesante, de alguna manera casi siempre vuelve desde distintos ángulos a reflexionar sobre las propias vivencias de su creador, un europeo testigo de graves cataclismos. Y lo hace, ya sea deteniéndose en momentos trascendentales: la primera guerra mundial (Coronel Redl, Hanussen) y la segunda (Confianza, Mephisto, Taking Sides); desplegando el relato en un friso que abarca la historia de Hungría a lo largo de todo la centuria, como en Sunshine; o abordando diferentes problemáticas de su país natal antes, durante y después de su etapa soviética (25 Fireman’s Street, Dulce Emma querida Bobe, The door…). Enfoques todos que aportan una mirada inteligente y enriquecedora sobre los avatares de Hungría en particular, pero que trascienden ese marco para ayudarnos a entender la Europa del siglo XX. También en sus comedias y restantes obras que no enfrentan decididamente el contexto histórico se filtra asimismo en la trama la influencia de los hechos sociales que en su momento se desarrollan.

Un cine por tanto el de Itsvan Szabo extremadamente interesante como análisis de nuestra historia reciente, y notable además por su profundidad en el tratamiento de los temas y su impecable factura.

Por último, mencionar a Bela Tarr, que ha realizado una obra muy estimada y reconocida en la Europa Occidental sobre todo desde que fue premiado en el festival de Cannes de 2005 como mejor director de cine extranjero. Su obra de madurez que algunos asocian a la de Tarkovski, se ha reflejado en cineastas posteriores como Guy Van Sant, que confiesa la profunda influencia que sobre él ha ejercido Tarr. Un cine difícil de planos muy largos y tramas oscuras no asequible a todos pero que levanta pasiones.  


No hay comentarios:

Publicar un comentario