El pasado 2014 ha sido el año del recuerdo de la primera guerra mundial, ese momento en que Europa empezó a suicidarse sin saberlo y cuyo primer resultado político supuso la desmembración del imperio austrohúngaro.
Una película de István Szabó, Coronel Redl, nos asoma a la realidad política de ese imperio, a las interioridades de su ejecutivo en sus últimos momentos, y nos revela cómo sus propias fuerzas lo van socavando por dentro y esforzándose irresponsablemente por dinamitarlo.
El cine nos venía acostumbrando a contemplar Austría-Hungría desde sus ángulos más dulces: valses, sosiego, estabilidad. Desde las rosas biografías de la emperatriz Isabel (Sissi y toda su secuelas: El destino de Sissi, Sissi emperatriz...) a la mirada nostálgica, de paraíso perdido, de la Viena de Ophuls, (Amoríos, Carta a una desconocida, La ronda, De Mayerling a Sarajevo…) todo nos sugería un mundo amable, sonriente y seguro. Pero ese sólido existir, que parecía alcanzado ya para siempre, se derrumba de golpe, como castillo de naipes, sin motivo aparente y sin posible marcha a atrás.
Aquella Europa feliz y confiada, tan segura de sí misma y de su superioridad mundial ya no volverá. Con el imperio todo se ha venido abajo, no sólo el poderío austríaco, toda Europa se ha hundido, aunque tendrá que sufrir otro descalabro aún mayor, la segunda guerra mundial, para empezar a creérselo.
István Szabó, director de Coronel Redl, es un húngaro nacido en 1938 en Budapest y graduado en artes escénicas en 1961. En lo personal le ha tocado vivir la infancia bajo un duro y terrible estalinismo; ser testigo en su primera juventud de la revolución de 1956 y, en definitiva, estar siempre influido por sucesos políticos que le afectan de cerca: familia, vecinos o conocidos que han sufrido tragedias terribles, emigraciones forzosas… Profesionalmente ha crecido bajo la influencia del neorrealismo italiano primero y de la nouvelle vague francesa después. De Sica le ha desvelado desde muy pronto la sinceridad y la honestidad en el cine; los realizadores franceses de los años 60 por su parte le descubren la libertad de escribir con la cámara. Y ambos, franceses e italianos, lo importante que es hacer un cine personal.
Estos son los parámetros en que se mueve Itsván Szabó, cineasta introspectivo, siempre interesado por lo sucedido en su Europa en los últimos cien años: la primera guerra mundial, el período revolucionario, el nacionalista que llevó a la segunda...; experiencias recién vividas que él lleva a la pantalla no para juzgarlas, sino para ayudarnos a comprenderlas y no repetirlas.
Coronel Redl nos cuenta la historia de un personaje real, un oficial del ejército austrohúngaro, Alfred Redl, (1864-1913), ascendido hasta convertirse en coronel y ocupar el cargo de jefe de estado mayor del VIII Cuerpo (Praga). Destinado durante un tiempo a los servicios de contraespionaje, fue acusado de haber ejercido de espía ruso y haber entregado a diferentes potencias enemigas (Rusia, sobre todo, pero también Francia e Italia) secretos que incidirían decisivamente en el resultado de la contienda. La opinión pública, escandalizada, le odió como gran traidor, achacándole la pérdida de la guerra y de millones de vidas de sus compatriotas.
La versión de Szabó está inspirada en Un patriota para mi, (A patriot for me), pieza teatral del dramaturgo inglés John Osborne. Basada también en los hechos reales pero en las antípodas de la verdad oficial, nos sitúa al personaje realizando un impecable trabajo dentro de los servicios de contraespionaje y atribuye a su homosexualidad, que trata de mantener oculta, el detonante de su estrepitosa caída en desgracia.
Para una mejor compresión del individuo y su medio, Szabó se detiene también en su infancia y adolescencia, enmarcada en un imperio muy liberal a su modo, donde el talento personal tiene oportunidad de logros sociales siempre que se acepten las rígidas normas del juego. Alfred Redl, educado para ser leal, asimila los valores imperantes y se identifica plenamente con ellos. Y sin embargo acabará contemplando con estupor cómo su vida ha resultado mal encaminada, no por su causa, sino por la propia sociedad, que ya no es leal a los valores que le había inculcado. El poder en la película significa traición y más traición. Nadie, excepto el anciano emperador, cree ya en la monarquía, ni siquiera el heredero al trono, que conspira como todos. El poder con mayúscula, el verdadero poder, utiliza a la gente de manera despiadada si es preciso. Y Redl está confuso, atrapado en un laberinto de intereses que no comprende y que le desborda, incapaz de escapar de esa pesadilla que sólo le deja un camino a seguir, un camino trágico.
La película fue muy bien recibida por la crítica, obteniendo además el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes de 1985. Con la perspectiva del tiempo podemos englobarla junto con Mephisto (1981) y Hanussen (1988) como parte de una trilogía que reflexiona sobre la Europa del XX. No serían sus únicas aproximaciones al tema; en el año 1991 estrenaría El amanecer de un siglo (Sunshine), donde recrea la saga de una familia judía a lo largo del siglo XX y, con ella, la historia de Hungría que es su marco natural. Y todavía volvería a repensar desde nuevos ángulos el pasado próximo.
La película fue muy bien recibida por la crítica, obteniendo además el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes de 1985. Con la perspectiva del tiempo podemos englobarla junto con Mephisto (1981) y Hanussen (1988) como parte de una trilogía que reflexiona sobre la Europa del XX. No serían sus únicas aproximaciones al tema; en el año 1991 estrenaría El amanecer de un siglo (Sunshine), donde recrea la saga de una familia judía a lo largo del siglo XX y, con ella, la historia de Hungría que es su marco natural. Y todavía volvería a repensar desde nuevos ángulos el pasado próximo.
El cine de István Szabo, intimista y sensible, elegante y descarnado, interesa y emociona. Desde los años sesenta y setenta en que realizó sus primeras cintas centradas en la historia reciente de su Hungría natal hasta alguna de sus últimas producciones, la tragedia europea del siglo XX casi siempre está presente, bien como núcleo de la historia o, al menos, como telón de fondo. Dos ejemplos más: En 2001, con Requiem por un imperio, (Taking sides), se detiene en la figura de Wilhelm Furwangler, (1886-1954), famoso director de orquesta de la Filarmónica de Berlín, reflexionando sobre su conducta durante el Tercer Reich. Y en su última película, Tras la puerta, (The door), realizada en 2012 con Hellen Mirren en el personaje principal, vuelve a ofrecernos un drama histórico ambientado en la ensombrecida Hungría de la segunda posguerra.
Parece evidente que el director, en definitiva hijo de la segunda guerra mundial, siente la necesidad de explicarse su historia una y otra vez, ahondando a veces en los rincones más diabólicos o perversos; mostrando en otras la dureza de sobrevivir en un régimen con el que uno no puede identificarse; tratando siempre en definitiva de comprender. Y lo hace con tanta verdad y con tal maestría y diversidad de enfoques que nos aclara mucho las cosas, nos enriquece y nos hace pensar.
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