domingo, 7 de abril de 2019

La Gaviota de Chéjov


Hace algunos años y casi por casualidad tuve ocasión de ver en la Casa de Rusia en Madrid una versión cinematográfica de La dama del perrito de Chéjov. Se trataba de una hermosa película que recreaba con absoluto acierto la atmósfera del propio cuento.

La dama del perrito, (1959, Iosif Yefimovich Kheifits)
Su director, para mí desconocido, la realizó en 1959. Luego supe que se trataba de Iosif Yefimovich Kheifits, bielorruso, nacido en Minsk en 1905 y muerto en San Petersburgo en 1995, quien había desarrollado en la Unión Soviética una importante carrera a lo largo de seis décadas y había dejado una buena cosecha de realizaciones, algunas de las cuales, como ésta, adaptaciones de relatos de escritores rusos; de Chéjov, pero también de  Turguenev y de  Kuprín. Lamentablemente no he logrado ver ninguna otra de sus películas, pero me impactó el buen hacer de este singular director, la sensibilidad, la gracia y la delicadeza que volcó en relatar este cuento, que seguro que hasta al propio Chéjov le habría entusiasmado. Porque está tan bien narrada la trama que el gran contador de historias que fue Chéjov sin duda hubiera reconocido y admirado la extraordinaria calidad de esta versión, hábil ilustración del que tal vez constituya su mejor relato.

Chéjov fue uno de los mejores cuentistas de la literatura universal. Su enorme habilidad para escribir narraciones cortas se puso muy pronto de manifiesto y ello le permitiría no solo pagarse su carrera de medicina, también ayudar a los suyos que no gozaban entonces de situación muy desahogada.

Una vez alcanzado el título de médico ya no abandonaría ninguna de las dos ocupaciones, aunque desde que comenzó a desarrollar una tercera faceta, la de dramaturgo, el veneno del teatro le acabaría invadiendo y tomando una presencia decisiva en su vida, porque su pasión por la escena fue desde el principio un amor correspondido a cuyo influjo se iría abandonando gradualmente.

En definitiva, toda su obra, tanto sus cuentos como sus comedias, mantiene frescura y actualidad. Es como si por Chéjov no pasara el tiempo. Constantemente se producen reediciones de sus narraciones y en teatro es habitual encontrar al menos una obra suya en cartel en cualquier lugar del mundo occidental. También en cine son numerosas las adaptaciones de sus cuentos y de sus dramas. La dama del perrito entre los primeros; Tres hermanas (con cuatro adaptaciones) o Tío Vania (con otras cuatro) entre los segundos, son tal vez sus títulos más versionados en cine, con algunas adaptaciones que constituyeron en su día verdaderas obras maestras. Como la arriba celebrada del ruso Josef Kheifits para La dama del perrito y, para ese cuento y algunos más, la brillante Oci Ciorne (Ojos negros, 1987) de Nikita Mijalkov de 1987. Y, asimismo, la que realizara su hermano Andréi Konchalovski  para el drama Tío Vania en 1971.

Pero es en su obra La gaviota donde vamos ahora a poner el foco. Estrenada en 1896 en el teatro Aleksansdrinski de San Petersburgo, empezó mal su andadura, esto es, con un fracaso total, pero cuando un par de años más tarde Konstantin Stanislavski, (cuyo método de interpretación implantado en el Actor’s Studio de Nueva York en 1947 gozaría de tanto prestigio entre los actores estadounidenses), la volvió a poner en escena, esta vez en el Teatro de Arte de Moscú, resultó tal éxito que el teatro adoptó la gaviota por emblema. Éxito desde entonces revalidado en infinidad de ocasiones en que la obra se ha vuelto a llevar a las tablas, y que, superado con creces el siglo de existencia, se sigue hoy representando en los teatros de medio mundo.







Ocurren pocas cosas en la obra porque, como en toda la dramaturgia de Chéjov, tan importantes son los sentimientos y las reflexiones de los personajes como lo que en las historias acontece. Centrémonos en ésta: una casa de campo, su dueña, la famosa Irina Nicolaevna Arcadina llega con su amante Boris Trigorin a pasar el verano; allí encuentra a su hermano,  Sorín, enfermo y cansado, a su hijo, Kostia, al administrador con su mujer Selina y su hija Masha, áspera y desencantada. Sirvientes, y algunos amigos más, como el maestro o el médico que les acompañan, y, por último, Nina, joven, libre y feliz como una gaviota, la gaviota que vemos sobrevolar por el campo hasta que una mano torpe y estúpida interrumpa su vuelo con un disparo certero.

La rutina del discurrir cotidiano, los sentimientos que esconden los personajes en su interior, sus sueños, sus tormentos, sus ilusiones, el dolor del amor no correspondido presente en casi todos como una herida siempre abierta son los temas que vemos crecer. Selina ama al médico que no la corresponde; el maestro ama a Masha; Masha ama a Kostia; Kostia a Nina; Nina a Boris; Boris está con Irina… Asuntos y dolores de cada uno que el drama nos va desgranando, y que se van apoderando de nosotros mientras una mano invisible nos conduce lentamente al desenlace.

Annette Bening como Irina en La Gaviota (2018, Mayer)
Irina es soberbia y egoísta; su amante Boris Trigorin, superficial y fatuo; su hijo Kostia, un joven torturado y acomplejado por el peso de la poderosa madre; Masha, una amargada; Nina, inocente, hermosa y llena de ilusiones… Están ahí, hablan, pero parece que en escena no sucediera nada, nada que no fuera el tiempo sucediéndose a sí mismo. Y sin embargo, Konstantin Gavrilich, Kostia, se acabará pegando un tiro, y la dulce Nina terminará como la gaviota, destrozada también por una mano torpe, estúpida e irresponsable que torcerá para siempre su vuelo alegre y confiado.

Hay al menos cuatro versiones de La gaviota en cine: Sidney Lumet la adaptó en 1968, con Vanessa Redgrave, James Mason y Simone Signoret en los papeles principales. Hoy es película difícil de encontrar. Por su parte, en 1977, el italiano Marco Bellochio la volvió a adaptar a su manera, libre y personal. Y en 2003 el francés Claude Miller realizaría, bajo el título de La petite Lili, otra versión no menos libre del drama de Chejov. Por último, recientemente, el estadounidense Michael Mayer ha llevado a cabo su propia versión de La gaviota, estrenada en 2018, contando con un reparto destacable, encabezado por Annette Bening, impecable en su papel de diva. No ha gustado unánimemente a la crítica, parte de la cual le recrimina haber errado en lograr la intensidad dramática que la obra exige, dibujando en cambio un clima ligero, más propicio para una novela de Jane Austen que para un drama de Chéjov. Pero todos coinciden en afirmar que se trata de un montaje ágil,  estéticamente grato, y que al menos la elección del reparto ha sido acertadísima, dejando los actores tras de sí un trabajo sobresaliente y logrando en fin una película que se ve con gusto. 

El teatro de Chéjov, tan rompedor en su día, y especialmente esta obra con la que revolucionó la escena e infundió de vida y literatura un medio entonces acartonado, es hoy un clásico y como tal, atemporal e imprescindible. La belleza de sus textos, su hondura, su sello personal fascinó en sus días, sigue emocionándonos hoy y no es difícil augurarle un largo futuro todavía.

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