No es muy conocido
entre nosotros el cine húngaro, pero si pensamos en cineastas húngaros entonces
en seguida encontramos alguno detrás de películas que hicieron época, como la
mítica Casablanca, dirigida por Michael Curtiz (1886-1962) en 1942 o la también
mítica Gilda, realizada por Charles Vidor (1900-1959) pocos años después.
Michael Curtiz rodando con Humphrey Bogart e Ingrid Bergman Casablanca (1942) |
Michael
Curtiz (Mano Kaminer) y Charles Vidor (Karoly Vidor) habían nacido en el
Budapest del Imperio Austrohúngaro, ambos judíos, ambos combatientes en la
primera guerra mundial y ambos en América ya en los veinte del veinte. Curtiz
llegó a Hollywood tras largos años de carrera en Budapest y Viena; Vidor, con la experiencia de unos años de
cine mudo como ayudante de Alexander Korda, cineasta húngaro también y que, al
igual que ellos, se exiliaría, éste definitivamente en Gran Bretaña.
Curtiz,
realizador prolífico y exitoso, aportó solidario parte de sus ingresos al Fondo
de Cine Europeo, una asociación profesional de ayuda a refugiados para establecerse en los Estados Unidos.
Aunque Casablanca fue su película más
celebrada tuvo una importante carrera, donde brillaron otros muchos trabajos notables
como Robin de los bosques (The Adventures
of Robin Hood,1939), La vida privada
de Elizabeth y Essex, (The Private Lives of Elizabeth y Essex,1939), Yankee
Doodle Dandy (1942) o Mildred Pierce (1945).
Charles Vidor con Rita Hayworth |
Tras la primera gran guerra, Hungría había entrado primero en un caos
revolucionario y desembocado después en una monarquía antisemita que forzó al
exilio a numerosos judíos.
Ese fue el caso de Curtis, sería el de Vidor, el de Korda y el de tantos más.
Charles Vidor da el salto en 1924, trabajando primero
en Broadway y en seguida en Hollywood donde realizaría un buen número de
películas durante las décadas de los 30, 40 y 50. Gilda sin duda fue la más celebrada.
Murió mientras rodaba Sueño de Amor (Song witouth end, 1960), una romántica biografía del compositor
Franz Liszt, con Dick Bogarde como inolvidable protagonista, que terminaría
George Cukor.
Alexander Korda |
También
a Londres iría a parar otro exiliado húngaro, Emeric Pressburguer (1901-1988),
en origen Imre József Pressburger. A Emeric Pressburger, quien había iniciado su trayectoria laboral como periodista y guionista en la UFA de Berlín, es el ascenso de los
nazis al poder lo que le obliga como a tantos a marchar. Se traslada a París y después
a Londres donde el ya influyente Alexander Korda lo contrata. Con nacionalidad
británica desde 1946, sus mejores momentos profesionales los viviría en común con
Michael Powell con quien efectuó para el sello The Archers una serie de obras
únicas, maravillosamente originales, verdaderas joyas del cine como Las zapatillas rojas (The Red Shoes, 1948) o Los cuentos de Hoffmann (The tales of Hoffmann,1951).
Ladislao Vadja |
Ladislao Vadja, nacido en
Budapest en 1906 y muerto en Barcelona en 1965 se mueve por diferentes países
de Europa, como refleja su obra realizada en Gran Bretaña,
Hungría, Francia, Italia, España, Portugal, Alemania y Suiza, pero, como ya
avanzamos, la mayor parte de su cine y desde luego casi todas sus mejores
películas las realizó entre nosotros.
Mi tío Jacinto (Vadja, 1956) |
Sus títulos más interesantes, Barrio, basada en una novela del
escritor belga Georges Simenon, que en su día, paradójicamente, resultó todo un
fracaso de taquilla; y sus exitosas Carne de horca (1953), que
constituye un singular enfoque del bandolerismo andaluz abordado como si de un
western se tratase; Marcelino pan y vino, (1955), insospechado éxito
internacional; y dos películas que nos dan una doble e interesante visión del
mundo de los toros: Tarde de toros (1956) y la magnífica (1956).
Hay que mencionar además El cebo (Es Geschach am hellichten Tag, 1958), coproducida por la española Producciones Chamartín y filmada en Suiza, adaptación de una novela de Friedrich Dürrenmatt, que firmó también el guion, y que constituye un magnífico thriller sobre un asesino en serie de niños; una historia estupendamente bien contada y que con el paso del tiempo no ha perdido nada de su fuerza.
En cuanto a los que trabajaban en Hungría, las fronteras eran tan impermeables que apenas se tenían noticias, mas que sus escasas apariciones en algún que otro festival. En los años sesenta alcanzó cierta notoriedad en Occidente la obra de Miklos Jancsó, cineasta residente primero en Hungría y un tiempo en Italia, autor de un cine de trasfondo histórico o rural principalmente y cuya temática incidía sobre todo en los abusos del poder y las formas de opresión. Acusado por los críticos de repetirse, en los años ochenta y conforme perdía notoriedad, se fue eclipsando.
Precisamente en esa década Hollywood nos puso de nuevo ante la obra de otro brillante cineasta
húngaro residente en Hungría. Nos referimos a Istvan Szabo (1938),
cuyo Mephisto fue Oscar de Hollywood
de 1981 a la mejor película extranjera. Sus títulos inmediatamente
posteriores (Coronel Redl y Hanussen)
serían también premiados en Cannes. Y en las décadas siguientes rodaría
numerosas películas en coproducción que alcanzarían una mayor difusión y
facilidades de visionado en todo Occidente: Cita
con Venus (Meeting Venus, 1991); Dulce Emma, querida Bobe (Édes Emma drága Böbe, 1992); El amanecer de un siglo (Sunshine, 1999); Requiem por un imperio (Taking Sides, 2001); Conociendo a Julia (Being Julia, 2004); Parientes (Relatives,
2006); Tras la puerta (The Door, 2012); Final Report (2019).
La excelente obra de Szabo, rica, sugerente e
interesante, de alguna manera casi siempre vuelve desde distintos ángulos a
reflexionar sobre las propias vivencias de su creador, un europeo testigo de
graves cataclismos. Y lo hace, ya sea deteniéndose en momentos trascendentales:
la primera guerra mundial (Coronel Redl,
Hanussen) y la segunda (Confianza,
Mephisto, Taking Sides); desplegando
el relato en un friso que abarca la historia de Hungría a lo largo de todo la
centuria, como en Sunshine; o abordando
diferentes problemáticas de su país natal antes, durante y después de su etapa soviética
(25 Fireman’s Street, Dulce Emma querida Bobe, The door…). Enfoques
todos que aportan una mirada inteligente y enriquecedora sobre los avatares de Hungría
en particular, pero que trascienden ese marco para ayudarnos a entender la
Europa del siglo XX. También en sus comedias y restantes obras que no enfrentan
decididamente el contexto histórico se filtra asimismo en la trama la influencia de los hechos sociales que en su momento se desarrollan.
Un cine por tanto el de Itsvan Szabo
extremadamente interesante como análisis de nuestra historia reciente, y
notable además por su profundidad en el tratamiento de los temas y su impecable
factura.
Por último, mencionar a Bela Tarr, que ha realizado una obra muy estimada y reconocida en la Europa Occidental sobre todo desde que fue premiado en el festival de Cannes de 2005 como mejor director de cine extranjero. Su obra de madurez que algunos asocian a la de Tarkovski, se ha reflejado en cineastas posteriores como Guy Van Sant, que confiesa la profunda influencia que sobre él ha ejercido Tarr. Un cine difícil de planos muy largos y tramas oscuras no asequible a todos pero que levanta pasiones.