Decir suspense y
pensar en Hitchcock es todo uno porque el género parece que quedara ya definido
con cualquiera de sus numerosas y geniales películas, sea cual sea el asunto
que aborden, ya que el suspense liga con todo tipo de historias: aventuras,
crímenes, espionaje, terror… todo puede combinarse con la intriga que es lo que
caracteriza a esta clase de cine. Pero no todo es Hitchcock, que son
innumerables las películas en que se utiliza este recurso para lograr la
atención del público.
Porque
el suspense no es más que eso, un recurso que el realizador utiliza para
mantener en estado de alerta al espectador frente a una determinada ficción.
Claro que el fenómeno trasciende lo cinematográfico y se da también en la
literatura o en la vida real, pero aquí nos referimos al que
vivimos en el cine. El efecto surge cuando el espectador participando de la trama,
sabe de antemano algo que el personaje desconoce y que le es vital para lo que
está a punto de sucederle. O en otros casos no lo sabe, pero parece que le
fuera a ser desvelado en la siguiente secuencia. O quizá algo inesperado le
sacude con nuevos datos que obligan a replanteárselo todo... El caso es que no
puede bajar la guardia, tiene que seguir indefinidamente a la expectativa en
una situación de absoluta tensión.
Intriga,
curiosidad y sorpresa son los tres elementos que la narración debe mantener funcionando
para lograr este tipo de efecto en cualquier clase de relato, que las películas
de suspense no se distinguen por su temática, sino por el modo de acercamiento
a la trama. El cine policíaco y el de terror son los que más han utilizado este
recurso, aunque el suspense puede estar presente en cualquier tipo de historia,
tanto de hechos reales como imaginarios; lo mismo comedias que dramas… porque
en definitiva constituye un elemento más añadido a lo narrado, ya sea un
crimen, una aventura, una fantasía … Eso sí, un elemento más, pero un elemento
determinante.
Ritmo
rápido, héroes ingeniosos, acción trepidante… y de fondo una intriga que juegue
a la vez con lo intelectivo y lo emocional del espectador, los dos componentes
que le mantienen pendiente de lo que sucede en la pantalla, estimulando en él
sensaciones de incertidumbre, ansiedad, atención, sorpresa… o una mezcla de
todo ello, bien equilibrado para que no desaparezca su interés y siga disfrutando
hasta el final con lo narrado.
Ahí
van tres ejemplos de películas de suspense aplicadas a historias de lo más
dispares: una, basada en hechos reales, Argo,
(Ben Affleck, 2012); otra, en lo que podríamos considerar una historia de miedo Los otros, (Alejandro Amenabar, 2001) y otra más, que quizá quede
bien definida como thriller político, La
Cordillera, (Santiago Mitre, 2017).
La
primera, Argo, narra un hecho
acontecido en 1980, el rescate de un grupo de estadounidenses retenidos en
Irán. Esto sucedió en un contexto más amplio, lo que se conoció como la crisis de los rehenes de Irán, cuando
partidarios de Jomeini, en plena revolución, atacaron en el otoño de 1979 la
embajada estadounidense en Teherán, apresando a varias decenas de personas y
manteniéndolas secuestradas durante 444 días para exigir la entrega del sha
Reza Palhevi, que se encontraba en Estados Unidos.
Asalto a la embajada de Estados Unidos en Teherán, 1979 |
La
trama se centra en el plan para rescatar a este grupo que había logrado escapar
de la toma de rehenes y refugiarse en la embajada canadiense. La noticia era
conocida y por tanto se podía suponer que el espectador sabría de antemano el
desenlace, pero aún así la habilidad y destreza con que se nos cuentan los
hechos, el acierto en el ritmo de la narración, el cuidado en los detalles y en
los perfiles de los personajes y sobre todo el pulso firme y certero con que se
logra mantener la acción sin que decaiga la emoción del relato, hizo de ella
una estupenda película de suspense, que nos mantendría en vilo durante toda la
proyección y lograría amplio reconocimiento, alcanzando numerosos galardones,
(Globos de Oro, Bafta…), y entre ellos, tres premios Oscar (a mejor película,
guión y montaje) de 2013.
Ben Affleck rodando Argo |
Aunque
durante años negó su participación en el asunto, la CIA fue quien ideó el plan
para sacarlos de Teherán y uno de sus agentes el encargado de llevarlo a cabo. Argo nos cuenta, a partir de la
recreación del ataque a aquella entidad y de cómo este pequeño grupo escapa
hasta la embajada canadiense, el desarrollo de ese ingenioso plan de rescate y sus
dificultades de ejecución. En esencia el plan consistía en hacerlos pasar por
integrantes de un equipo de profesionales del cine, de nacionalidad canadiense, ocasionalmente presentes en Teherán
para la realización de una supuesta película de ciencia ficción, tratando de
abandonar el país normalmente en un vuelo regular.
Protagonizada
con verdadero acierto por Ben Affleck, director también de la cinta, la
película, con las concesiones inevitables para hacer más excitante el relato
como estirar el clímax de la acción en momentos decisivos, acentuar
determinados componentes dramáticos, generar picos de tensión… y recursos
semejantes consustanciales al género nos cuenta el hecho real con brillantez y
veracidad.
Nicole Kidman en Los otros (Amenabar, 2001) |
La
segunda, Los otros, funciona como un
cuento gótico a la manera de aquel extraordinario de Henry James, Otra vuelta de tuerca, llevado al cine
entre otros por Jack Clayton en 1961 y por Eloy de la Iglesia en 1985. Esta película
recrea también en una atmósfera de terror, con caserón ruinoso y sombrío, niños
inquietantes, y débiles fronteras entre lo real y lo imaginario, una historia igual
de perturbadora. Nada más tienen en común sus argumentos; aquí la protagonista
es una madre encerrada en una solitaria mansión, esperando que vuelva su marido
de la guerra. Sus hijos sufren una
extraña enfermedad que les obliga a vivir en la penumbra, porque la luz del sol
es para ellos mortífera. Y contamos además con la inquietante presencia de unos sirvientes recién llegados,
que resultan ser antiguos criados de la mansión.
Los otros (Amenabar, 2001) |
La
niebla en los escasos exteriores y la penumbra en los interiores adensan una
sensación opresiva que será en todo momento la atmósfera tenebrosa del relato. La
intriga argumental, los intimidantes efectos del sonido, y las soberbias interpretaciones
de todos, muy especialmente las de la niña, Alakina Mann, sorprendente en su misión
de estremecernos, la madre, una impecable Nicole Kidman y la criada, Fionula
Flanagan, magnífica también, nos mantienen pegados a la silla, atrapados en esa
amalgama de miedo y suspense bien combinados y bien dosificados hasta el
desenlace.
Muy
exitosa en su día se hizo acreedora también de numerosos premios, entre ellos ocho
Goyas 2001.
Por
su parte, la tercera, La cordillera (Santiago Mitre, 2017),
ya desde el primer fotograma empuja al espectador dentro de ese clima de
suspense por medio de una música envolvente que le sumerge en la historia a la
manera en que lo hacían las mejores películas de Hitchcock. El
compositor, el español Alberto Iglesias, acierta plenamente con su creación, compenetrada a la perfección tanto con el relato como con la imagen, también excelente, que el
responsable de fotografía Javier Julia consigue ofrecernos. Estupendos además
los exteriores, vestuarios, actores… en fin una película muy lograda así en lo
técnico como en la interpretación. Una película que se disfruta, porque
desprende aromas de buen cine.
Ricardo Darín y Dolores Fonzi en La Cordillera, (Mitre, 2017) |
La
historia gira en torno a un político, presidente de un país iberoamericano,
acudiendo a una cumbre regional en que se van a decidir importantes asuntos determinantes para el equilibrio geopolítico de la zona. Presentado de entrada como un
personaje de grises perfiles, recién llegado al cargo y previsiblemente poco
ducho en la complejidad de sus funciones, se nos irán revelando paulatinamente
facetas de su personalidad que desmientan esa imagen. Las relaciones familiares
del protagonista, entremezcladas con el momento profesional que éste está
viviendo, destapan otras claves más oscuras y alarmantes de su personalidad, y
nos ayudan con nuevas revelaciones de hechos pasados a ir ahondando en las
profundidades de su ser y descubriendo un tipo no tan inexperto e inocente como
parecía y sí profundamente ambicioso, luchador y oscuro. Ciertos toques de
ambigüedad en el relato inciden en mantener al espectador en una constante incertidumbre,
acentuando el desasosiego que la historia narrada produce.
En
definitiva, otro inequívoco ejemplo de buen suspense, entre tantos posibles, que son
infinidad las historias de este género que con todos combina y que goza de
tanta aceptación entre los amantes del cine.
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